La empresaria londinense Hannah McCollum está intentando acabar con este desperdicio y está aprovechando estas hortalizas que nadie quiere para convertirlas en humus. Actualmente, está llevando a cabo una campaña de micromecenazgo para aumentar su producción y poder aprovechar aún más hortalizas.
"Hago lo que puedo", comenta, "pero es a escala muy pequeña. Sé que hay muchos agricultores a los que puedo ayudar a aprovechar sus cosechas, pero hay demasiada cantidad".
McCollum no soporta que se desperdicien los alimentos. Su aversión comenzó al terminar su formación culinaria, cuando empezó a trabajar con empresas de cáterin en eventos deportivos y fiestas privadas.
"Al final de cada evento, había una cantidad ingente de alimentos que se tiraban: salmón ahumado, filetes, pan, cruasanes, quesos... Raciones enormes, todo a la basura. Intentaba hacer algo con ello, pero me reprendían, y tuve que parar porque intentar salvar todos esos alimentos de la basura era una tarea hercúlea".
Después de abandonar el mundo del cáterin, se hizo cocinera, donde tuvo más voz a la hora de desperdiciar menos alimentos en su cocina.
"Al cocinar para muchas personas, comencé a convertir las sobras en salsas o humus para el día siguiente", recuerda. "A los clientes les encantaba, porque eran sabrosos y coloridos, y una buena manera de aprovechar lo que, de otra forma, habría terminado en la basura".
"Empecé a visitar el mercadillo que había a la vuelta de la esquina, donde también tiraban muchos productos", continúa McCollum. "Cada vez que iba, volvía a casa con el coche lleno de sus excedentes y pensaba "Dios, esto está empezando a ser ridículo". Me estaba dando trabajo yo sola porque no podía soportar ver cómo se echaban a perder los alimentos".