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Volkert Engelsman, Eosta:

"Solo habremos cumplido nuestra misión cuando no hagamos falta"

"Hay algo raro en nuestro sistema económico. Nos desgravamos de un camión, pero no del capital natural y social que utilizamos, y cuyos costes preferimos pasar a nuestros hijos, pero eso no está bien", según cree firmemente el director de Eosta, Volkert Engelsman. Con su reveladora campaña, titulada "El coste real de los alimentos", el importador y distribuidor de frutas y hortalizas ecológicas aboga por la equidad y la transparencia en la cadena de suministro. "Los costes sociales ocultos de los productores deberían ser más transparentes, incluso si son desfavorables. Solo así podrán los consumidores tomar decisiones informadas a la hora de comprar, que hagan justicia a su salud, al medio ambiente y a unas condiciones laborales dignas", enfatiza Engelsman.

Engelsman se ha percatado de que el debate de la sostenibilidad se ha adentrado en la sociedad. "Cada vez más empresas se dan cuenta de que la sostenibilidad debería formar parte del ADN de la economía, de lo que entendemos por beneficios. Alegan que ya no se puede hablar de beneficios o de un precio justo si la producción tiene como coste las personas, el planeta, los suelos fértiles, el clima o las condiciones laborales. No solamente los activistas y las organizaciones sociales quieren que se haga esa redefinición, sino que también se unen cada vez más instituciones financieras grandes, incluidas las agencias de contabilidad como Ernst & Young, KPMG, PWC y Deloitte". Es un paso en la dirección correcta, pero en la práctica deja un poco que desear, según Engelsman. "Cada vez nos parecen más importantes las personas y el planeta, pero el sistema de mercado sigue demasiado adicto a la definición de beneficios unilaterales que solamente funciona a corto plazo y en el que no tiene lugar el principio de responsabilidad".

Alimentación, agricultura y finanzas
"El precio real de los alimentos en las tiendas no se calcula por kilo, sino por hectárea. Los productores merecen una compensación por la estructura del suelo, la pureza de las aguas superficiales, la biodiversidad y las iniciativas que contribuyan a reducir los gases de invernadero", continúa Engelsman. Para ello, Eosta amplía su campaña "El coste real de los alimentos" con un piloto llamado "Contabilidad del coste real de la alimentación, la agricultura y las finanzas", para el que colabora estrechamente con los bancos, las empresas de alimentación, la Coalición del Capital Natural, el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible y varios departamentos de las Naciones Unidas, incluida la FAO. Engelsman considera todo un honor que Eosta sea quien desarrolle el piloto central.

"Podemos ser un referente en ese ámbito, pero, naturalmente, hacen falta socios para aumentar su escala. Para ello, es importante incorporar esta visión en los principales foros internacionales, y eso es lo que estamos haciendo. Cabe destacar que el sector hortícola holandés no tiene mucha representación en ello porque estamos demasiado ocupados trabajando dentro de nuestra burbuja, mientras que el mercado aún puede ofrecer capital muy distintivo y competitivo. Lo único que tenemos que hacer es salir ahí fuera", asegura.

Cada vez más inversores, bancos y empresarios están dispuestos a dar cuenta de sus finanzas, pero también de su capital natural y social. "Si calculamos correctamente los costes reales, inmediatamente los beneficios adquieren un cariz distinto. El cambio climático está costando muchísimo dinero a la sociedad, en opinión del comandante en jefe Tom Middendorp. Una gran parte del malestar social, como, por ejemplo, la situación actual en Siria, está relacionada con el cambio climático".

Sin embargo, estas cuestiones también afectan a Europa. En Países Bajos, Engelsman ganó fama a nivel nacional por pedir más transparencia en los supermercados en el periódico Financieële Dagblad, donde habló en representación de los agricultores, a los que, por culpa de la "carrera hacia el abismo", les cuesta cada vez más defender los intereses sociales como la fertilidad del suelo, la pureza de las aguas superficiales, la biodiversidad o las condiciones laborales de sus empleados. "En esa entrevista, no me refería a ningún supermercado en concreto, sino que expuse los perversos incentivos de un sistema defectuoso, que sigue legando los costes del daño social a las generaciones futuras. Mis palabras tuvieron muy buena acogida y recibimos muchas respuestas de gente que pensaba igual, incluso del sector convencional y hasta de Albert Heijn, que afirmó que también quería más transparencia y sostenibilidad para la cadena de suministro sin perder de vista los costes reales. Esas conversaciones todavía están en marcha".

"Gracias a este debate, los productores sienten que sus voces se oyen más y que están cobrando el protagonismo que merecen. Una de las razones por las que somos líderes del mercado europeo es porque nuestros agricultores son leales y fuertes, y hacemos que la historia de cada productor sea transparente, así como su contribución a mejorar el medio ambiente y las condiciones laborales. Nuestras campañas de comunicación actuales se centran en dejar claro que los productos ecológicos no son demasiado caros, sino que son los convencionales los que son demasiado baratos. Eso se percibe cada vez más en Países Bajos porque, al ser un país de tránsito, los precios de los productos ecológicos enseguida destacan por encima de sus versiones convencionales", explica.



Revisar los modelos económicos tradicionales
"No hace mucho, el jefe de la tribu Sioux ocupó la portada del Financieële Dagblad por bloquear un oleoducto él solo", relata Engelsman. Se trata de una combinación curiosa, porque este periódico sirve tradicionalmente a los intereses de los mercados financieros. "Antaño, las noticias de este tipo no se tomaban en serio y hasta eran motivo de burla, pero ¿ahora? Ahora se lo piensan dos veces antes de instalar un oleoducto en una reserva natural cuando, al mismo tiempo, el resto del mundo se está volviendo más sostenible".

"¿Y qué hay del fondo de inversión de Robeco, que anuncia como si nada que Shell debería deducir la mitad de sus reservas de petróleo, gas y carbón como activos bloqueados? Esas reservas jamás deberían volver a tener valor económico si queremos ceñirnos a los acuerdos climáticos de París, lo que tiene consecuencias enormes para los mercados financieros. Si no queremos incumplir la normativa de aumento de las temperaturas de dos grados como máximo, solo podemos utilizar una quinta parte de todos los combustibles fósiles, e incluso antes de que se alcance el límite, la gente se dará cuenta de que no puede seguir usando los que queden, por lo que estos dejarán de representar un valor económico", augura.

Lo que Engelsman desea ilustrar con estos dos ejemplos es que los modelos económicos tradicionales ya no son de mucha utilidad en la época actual, e insta a entender los beneficios y las pérdidas de otra manera. "Como sector, haríamos bien no solo en medir el clima, las condiciones laborales justas y los efectos para la salud, sino también en ponerles un precio, es decir, monetizarlos".

El impacto medioambiental frente al impacto social
Los precios de la oferta anual de hortalizas de invernadero y frutas de ultramar de Eosta vienen acompañados, gracias al aclamado sistema trace & tell de Nature & More, del impacto ecológico y social de los productos, incluso cuando no benefician a la empresa. Engelsman está convencido de que, aun así, esta transparencia puede generar muchos beneficios competitivos para los comerciantes de frutas y hortalizas. "No hay sostenibilidad sin transparencia", declara.

"Creemos en una economía centrada en las personas y, por lo tanto, también en una agricultura en la que el agricultor, y no el producto, vuelva a ocupar la posición central. Tienen que dejar de ser anónimos, porque el anonimato en la cadena de suministro suele ser sinónimo de explotación. Es mucho más fácil explotar a alguien si no se le conoce, pero el sistema trace & tell de Nature & More sirve para evitarlo. Sacamos al agricultor del anonimato y lo elevamos para que vuelva a ver el horizonte", afirma Engelsman con una sonrisa.

A veces, una empresa puede reconocer su culpa, como ha demostrado el director de Eosta. "El 99% de nuestras frutas de ultramar y productos exóticos se envía en barco, pero no es porque estemos en contra del transporte aéreo, porque también tenemos. Por ejemplo, enviamos por aire legumbres de Kenia y de Egipto, y cuando la gente nos comenta lo poco respetuoso que es hacia el medio ambiente, estamos completamente de acuerdo con ellos. Ni se imaginan cuánto contamina el transporte aéreo, pero esa no es razón para ocultar esas cifras de emisiones, que publicamos en nuestra página web. Sin embargo, también publicamos lo que hacen los productores con sus ganancias a nivel social: llevar a sus hijos al colegio, recibir una formación más avanzada y mejorar sus salarios para poder crear mercados locales de ventas. No es ficción, sino la realidad. Antes, en Egipto, el 99% de la producción se destinaba a la exportación, pero ahora ese mismo porcentaje se vende a nivel local. Es un paso importante para desarrollar los mercados locales y para que los productores prosperen. Nuestro enfoque no consiste en estar a favor o en contra de algo por principio, sino en permitir a los consumidores que tomen decisiones de compra meditadas e informadas", aclara.



El envasado es lo que más contamina
Otra espina que tiene clavada Eosta es la manera en que los supermercados presentan las frutas y las hortalizas, que suele devaluar el método de producción progresista y ecológico que quiere promover el sector, ya que muchos productos ecológicos se venden en tarrinas de plástico con películas para distinguirlos de los productos convencionales. "Es excepcionalmente frustrante, porque los consumidores quieren productos ecológicos para ayudar al medio ambiente, así que los prefieren sin envases, ¡y con razón! Nuestros análisis de carbono señalan que es el envasado, y no el transporte, lo que más influye en las emisiones de gases de invernadero. De hecho, el transporte representa menos del 2% de dichas emisiones", se queja el director.

Por eso, Eosta buscó y encontró una solución para este dilema, el "natural branding", un tratamiento con luz que cambia la pigmentación de los productos. Este concepto lleva existiendo un tiempo, pero hasta ahora no se podía utilizar en la práctica sin poner en peligro la vida útil de los productos. El proceso está tan optimizado que el haz de luz apenas toca la superficie del producto, y esta pigmentación desaparece con solo rasparla con un cuchillo. La cadena de supermercados sueca ICA ha sido la primera en usar esta técnica, y pronto ofrecerá las primeras batatas y aguacates con "natural branding". "Pronto comenzaremos a hacerlo a gran escala y no tardaremos en recuperar el coste de la inversión", prevé Engelsman.

Este método está disponible de manera abierta, porque Eosta no cree en la exclusividad impuesta. "Esperamos que todo el mundo copie nuestra técnica, especialmente nuestros competidores, que también podrían adaptar nuestro modelo de contabilidad del coste real y nuestro sistema trace & tell. Cuanta más sostenibilidad y transparencia, mejor, incluso si eso implicara que nuestro papel hubiera terminado. Entonces, habríamos cumplido nuestra misión, pero, por desgracia, todavía no es así".

"Manos a la obra"
A pesar de su idealismo, Eosta sigue siendo una empresa comercial. Para el próximo año, Engelsman espera mejorar sus ventas de cítricos, uvas, frutas de pepita y productos exóticos de ultramar. "Hay mucha tensión en el mercado de los cítricos, en parte por culpa de los problemas con la polilla del melocotonero y la mancha negra de los cítricos en Sudáfrica. Sin embargo, Eosta cuenta con un buen punto de partida gracias a nuestra amplia oferta procedente de diversos países".

Engelsman también espera que las frutas y hortalizas ecológicas supongan al menos un 10% de sus ventas totales en 2020. "A veces, hay más matices que lo que nos hacen creer las estadísticas", advierte Engelsman, refiriéndose a que las ventas ecológicas parecen una parte relativamente pequeña del mercado total de la alimentación. Sin embargo, ese mercado total también tiene en cuenta los productos precocinados, que no tienen mucha demanda entre el público que prefiere lo ecológico. En cambio, al considerar cada producto específico por separado, los porcentajes se disparan, y muchos supermercados ya han sustituido una parte de su gama de productos por ecológicos, con lo que, de repente, esos productos tienen una cuota de mercado del 100%.

Por último, Engelsman pronostica que la sostenibilidad destacará cada vez más en las cuestiones públicas, no tanto por las decisiones políticas, sino gracias al sector privado. "¿Qué está haciendo el sector privado holandés de las frutas y las hortalizas en el ámbito de la sostenibilidad? ¿Nos ceñiremos al tradicional mantra de comprar barato y vender caro, o nos posicionaremos como un país líder y pasaremos al siguiente punto del plan? ¿No sería fantástico que Países Bajos se convirtiera en líder en el sector hortícola y que encabezara la difusión de sus beneficios para la salud? Hay muchas iniciativas maravillosas en Países Bajos, así que ¿por qué no en el sector de los productos agrícolas frescos? ¡Pongámonos manos a la obra!", concluye Engelsman.

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Volkert Engelsman
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