
Ayer fue una jornada de grandes expectativas para los exportadores y la actividad frutícola en general, en la que se esperaba la normativa brasileña que permitiese liberar las licencias de importación para poder volver a exportar peras y manzanas a ese país.
La importancia de dicho anuncio era evidente, si tenemos en cuenta que Brasil es el principal destino para las pomáceas argentinas, al absorber anualmente 190.000 toneladas de peras y manzanas y generar una facturación que supera los 250 millones de dólares por año.
Pero finalmente el Gobierno de Brasil postergó el anuncio sobre la apertura de su frontera, noticia que no cayó nada bien a los fruticultores, quienes vienen atravesando la peor crisis de su historia y que ahora tendrán que esperar hasta el 1 de julio, fecha en que las autoridades sanitarias brasileñas levantarían el bloqueo por carpocapsa.
“La situación acá está tremendamente mal, se quedaron 200 millones de kilos sin cosechar. Además Brasil es muy importante en el segundo semestre del año y, a pesar de que quedó mucha fruta sin cosechar, los frigoríficos están llenos, ya que fracasaron las exportaciones a Europa y Rusia. Con este panorama, nos queda nada más la posibilidad de Brasil y el mercado interno”, comenta Raúl Ferragut, periodista local especializado en fruticultura.
Esta temporada para el olvido ha presentado una fuerte caída en la exportación al conjugarse problemas meteorológicos (fuertes granizos), problemas gremiales (reclamos salariales y protestas) y comerciales (devaluación del rublo y el euro, grandes reservas de fruta en el hemisferio norte, entre otros).
“Para hacernos una idea de la situación basta con un simple análisis: Nuestra fruticultura factura anualmente 1.000 millones de dólares, 450 millones se van en salarios y 420 millones se van en impuestos”, concluye Raúl.