¡Suscríbase a nuestra newsletter y manténgase al día con las últimas noticias!

Suscribirse Ya soy suscriptor

Está usted usando un software que bloquea nuestros anuncios.

Ya que publicamos noticias gratuitamente, dependemos de los ingresos de nuestros banners. Por favor, le rogamos que desactive su bloqueador de anuncios y recargue la página para poder seguir visitando esta web.
¡Gracias!

Haga clic aquí para leer la guía de cómo desactivar su bloqueador de anuncios.

Sign up for our daily Newsletter and stay up to date with all the latest news!

Suscripción I am already a subscriber
José Peláez, gerente de Sevillana de Patatas

"El consumidor debe aprender a diferenciar la patata española de la francesa como el plátano de la banana"

"Si se pudo conseguir que el consumidor español distinga perfectamente el plátano de Canarias de la banana también podremos conseguir que la patata nueva española se diferencie de la francesa que se vende como nueva pero que lleva meses en cámaras frigoríficas". Así lo explica José Peláez, gerente de la empresa Sevillana de Patatas para referirse al conflicto que soporta el sector desde hace ya diez años. Aunque la polémica venga de antiguo reverdece cada primavera con la puesta en el mercado de las primeras patatas nuevas cosechadas en la provincia de Sevilla, que produce el 80% del total andaluz.

Junto a este tubérculo sevillano se vende también la patata francesa con el etiquetado "especial freír", cuando lo cierto es que se trata de un producto que lleva ocho meses en cámaras frigoríficas a muy baja temperatura para mantener su aspecto exterior en óptimas condiciones, pero que en modo alguno tiene la calidad de la patata sevillana o de las que progresivamente van recogiéndose en los campos españoles conforme avanzan los días de verano.

Peláez explica que, además del fraude al consumidor, el producto francés se pone negro al entrar el contacto con el aceite "porque al llevar tantos meses en las cámaras el almidón natural de la patata se ha degradado en azúcares y, al freírla, aparece ese color negruzco".

A su juicio, se trata de un producto "momificado, de baja calidad, pero que entra por los ojos", advierte. Tanto José Peláez como el responsable del sector en Asociafruit, Marco Román, coinciden en que el primer engaño se produce en el etiquetado, en el que se aprecia que el envasado de esa patata se ha realizado en España y "sin embargo, ponen en una letra prácticamente ilegible que su procedencia es francesa".

También ambos señalan como otro factor adverso el hecho de que el tubérculo galo cuesta producirlo la mitad que el español, entre otras razones, "porque Francia produce casi el doble por hectárea que Sevilla", indica Peláez, quién añade que "por cada hectárea sembrada en Sevilla se recogen 40.000 kilos, mientras que en el país vecino puede oscilar entre los 60.000 y 70.000 kilos".




Fuente: Abc de Sevilla
Fecha de publicación: