"El consumidor debe aprender a diferenciar la patata española de la francesa como el plátano de la banana"
Junto a este tubérculo sevillano se vende también la patata francesa con el etiquetado "especial freír", cuando lo cierto es que se trata de un producto que lleva ocho meses en cámaras frigoríficas a muy baja temperatura para mantener su aspecto exterior en óptimas condiciones, pero que en modo alguno tiene la calidad de la patata sevillana o de las que progresivamente van recogiéndose en los campos españoles conforme avanzan los días de verano.
Peláez explica que, además del fraude al consumidor, el producto francés se pone negro al entrar el contacto con el aceite "porque al llevar tantos meses en las cámaras el almidón natural de la patata se ha degradado en azúcares y, al freírla, aparece ese color negruzco".
A su juicio, se trata de un producto "momificado, de baja calidad, pero que entra por los ojos", advierte. Tanto José Peláez como el responsable del sector en Asociafruit, Marco Román, coinciden en que el primer engaño se produce en el etiquetado, en el que se aprecia que el envasado de esa patata se ha realizado en España y "sin embargo, ponen en una letra prácticamente ilegible que su procedencia es francesa".
También ambos señalan como otro factor adverso el hecho de que el tubérculo galo cuesta producirlo la mitad que el español, entre otras razones, "porque Francia produce casi el doble por hectárea que Sevilla", indica Peláez, quién añade que "por cada hectárea sembrada en Sevilla se recogen 40.000 kilos, mientras que en el país vecino puede oscilar entre los 60.000 y 70.000 kilos".
Fuente: Abc de Sevilla