Durante siete años (entre 1912 y 1919) el ingenioso agricultor puso en práctica muchos métodos para evitar que sus viñedos de la variedad Valencí Blanco -hoy desaparecida- fueran arrasados por el insecto. Pero ninguno dio los resultados esperados hasta que se le ocurrió poner sobre los racimos de las uvas unas simples bolsas de papel atadas al extremo superior con un cordel. Un método sencillo e inocuo que, además de resultar eficaz frente a la voracidad de la polilla, también protegía a las uvas del sol, el granizo, el viento, la lluvia y el rocío, de la fumigación de las cepas y del ataque de aves y otros insectos.
En un primer momento su descubrimiento generó incredulidad entre las autoridades agrícolas y fue objeto de cierta mofa por parte de algunos vecinos. Sin embargo, la técnica del embolsado se fue extendiendo con rapidez a medida que se iban demostrando sus beneficiosos efectos. Y no solo como un medio útil y ecológico para proteger la fruta más preciada del Medio Vinalopó, sino también para mejorar la coloración de los granos y retrasar su maduración.
Desde entonces la operación de embolsado se realiza con mucho mimo y de forma completamente artesanal, da trabajo a miles de personas, se utilizan más de 250 millones de bolsas de papel de celulosa virgen y el coste ronda los nueve millones de euros.
El proceso comienza poco antes de que las uvas comiencen a madurar y los racimos permanecen cubiertos algo más de dos meses hasta que comienza la recolección. Todos los municipios productores que están amparados bajo la Denominación de Origen Protegida -Novelda, Aspe, Monforte del Cid, La Romana, Agost, Hondón de las Nieves y Hondón de los Frailes- utilizan esta técnica, única en el mundo, que se ha convertido en una seña de identidad, distinción y calidad.