Una de las consecuencias iniciales del cambio climático es que el norte de Europa disfrutará de una subida de las temperaturas que incrementará la producción de cultivos. Mientras, un sur tropicalizado deberá reinventar su agricultura para sobrevivir al aumento de las sequías y las plagas, optando por cultivos más adaptables que van a acabar transformando el paisaje rural. Más aún si en el catálogo de inconvenientes hay que incluir la pérdida de mercados, porque "si en el norte de Europa empiezan a sembrar nuestros productos apaga y vámonos".
Así lo expresa el gerente de Asaja-Baleares, Joan Simonet, para quien el ejemplo de países con un clima más árido, que también han encontrado sus propios cultivos rentables, puede servir de orientación. La franja mediterránea va a ser especialmente sensible al calentamiento global y eso se traducirá en un panorama más complicado para cultivos tradicionales como los cereales, la viña o el olivo.
A la espera de un estudio a fondo en el que ya trabaja la Dirección General de Agricultura y Ganadería, el trabajo que se ha hecho hasta ahora se ha centrado en la búsqueda de variedades más resistentes a la principal plaga agrícola, la Xylella fastidiosa, una labor que debe servir de avanzadilla en el cambio que viene, con una mayor proliferación de insectos y bacterias.
Por otra parte, el estudio ambiental estratégico del Govern contra el cambio dlimático no define una línea clara de actuación en la gestión agraria, más allá de cuatro directrices básicas como la de evitar la plantación de especies de alto consumo de agua como el arroz, fomentar la implantación de sistemas de riego más eficientes y usar aguas regeneradas.
Joan Simonet insiste en que los nuevos cultivos deben ser más resistentes, más productivos y más comercializables. Sin esos tres requisitos no hay una verdadera posibilidad de cambio: la ciencia puede ayudar a encontrar una fisiología vegetal más resiliente, pero eso servirá de poco si no se le encuentra un mercado. "Tenemos que mirar en sitios con un clima más seco como el norte de África o Israel, donde tienen una agricultura muy productiva con la patata por ejemplo". La clave, afirma, está en la inversión tecnológica, centrada sobre todo en sistemas de riego más eficientes.
El sector agrario balear cuenta no obstante con una serie de condicionantes negativos de salida, señala Simonet: tierras no excesivamente fértiles, accesibilidad al agua muy limitada, abandono progresivo del campo por la falta de rentabilidad... En ese contexto la capacidad de reacción es más baja. "El nuestro es un sector poco capitalizado al que le cuesta más reaccionar. Y eso ya te va moldeando el paisaje".
El problema del aumento de temperaturas llevará aparejado la proliferación de plagas. "Aparecerán algunas que no existían o aumentarán las que había ya". Solución, la única posible: "Más control".
El director general de Agricultura y Ganadería, Mateu Ginard, asume que "las alternativas de cultivo en Baleares son muy pocas". Es cierto que el aumento de la temperatura podría hacer planteable en un principio cultivos tropicales, "pero es que éstos tienen mayores necesidades hídricas que no podemos atender".
Fuente: elmundo.es