En una agricultura que privilegia nuevas variedades de frutas y hortalizas, la globalización y la integración, ciertos productores rescatan variedades antiguas como la manzana Camuesa o el pero Ruiz a la par que desarrollan modelos organizativos que protegen cada eslabón: “Nuestro modelo no es original: lo hacían nuestros antepasados y en diferentes lugares. Se trata de una relación estable, un modelo del bien común con productos ecológicos, precios justos y que dignifica el trabajo del agricultor”, comenta Rafa Arroyo, secretario de Subbética Ecológica. “No se trata de rechazar la modernidad sino de crear una agricultura participativa y común”.
Esta empresa cordobesa, está situada cerca del geoparque de la UNESCO, en la sierra Subbética de roca caliza y agua que penetra en los acuíferos creando manantiales. “Mientras en muchas zonas de España falta agua, aquí los manantiales no se secan. Ya en época previa a los romanos se formaron asentamientos alrededor de huertas, en los que hoy están nuestros pueblos. Y se han mantenido hasta día de hoy pasando por crisis”.
La huerta entra crisis
“La agricultura familiar, de pequeña superficie, enfocada al autoconsumo y comercialización de los excedentes de forma local, es un modelo que entró en crisis a partir de los 50. Los agroquímicos, el monocultivo, las lonjas e intermediarios concentrando la oferta hicieron que los pequeños agricultores de huertas perdieran su espacio: la huerta ya no tenía rentabilidad económica. Eso hizo que se abandonaran huertas tras una larga tradición”, describe Rafa Arroyo.
“Pero aún hoy en día existen personas productoras y consumidoras que reclaman un enfoque distinto basado en una agricultura ecológica sostenible y una comercialización de cercanía. Subbética Ecológica lo hace viable creando tejido social, implicación paisajística y diversidad. Cuando comenzamos en 2009 no había huertas ecológicas en esta zona. Partimos de una situación de casi abandono: la huerta se iba a pavimentar. Pero actualmente sigue habiendo huertas en pleno centro urbano de Cabra. Hemos preservado el paisaje y tratamos de fijar la población”, explica Rafa Arroyo. “todos tenemos que comer y sabemos que la comida tiene un impacto en la salud y el medioambiente pero el cultivo también transforma el paisaje geográfico y humano”, puntualiza.
“A nivel ambiental el modelo actual es insostenible: el consumo de recursos es altísimo (plástico, insumos, etc.), transporte, cámaras frigoríficas, alimentos ‘kilométricos’, etc. Este paradigma va a tener que cambiar y pasar a una producción cercana al consumidor y diversificada”, concluye Rafa.
“La manzana Camuesa; preservar variedades es esencial”
“En los años 50 se arrancaron los camuesos en zonas de huerta: molestaban y no se les daba valor. La paradoja es que se arrancaron manzanos pero se importaron manzanas de Italia, Chile, etc. Estos procesos de estandarización son también la globalización del sabor”, explica Rafa Arroyo.
Manzana Camuesa
“El consumidor puede creer que las nuevas variedades sean mejores. En el caso de variedades antiguas como la camuesa se recolecta en octubre y aguanta hasta marzo sin refrigerar: algo inaudito en nuevas variedades de manzanas. Se pone negra rápido al comerla, indicativo de su riqueza en antioxidantes, pero el consumidor ya no está acostumbrado a irregularidades estéticas en la fruta”, detalla Rafa.
Otras variedades interesantes que se están recuperando son el pero ruiz, el pero blanco, variedades locales de lechuga, zanahoria, cereales antiguos, etc.
Compramos comodidad, pero perdemos capacidad
“Cuando una variedad desaparece se pierde patrimonio histórico, cultural, sabores, texturas y un largo etcétera. Lo mismo ocurre con fruta sin semillas: sin semilla no hay futuro. Se precisa de un suelo vivo, de semillas autóctonas propias del clima y suelo de cada zona. Se está comprando la comodidad, pero la agricultura pierde capacidad de vida. Sin contar que con las variedades híbridas nos vinculamos a una empresa y acabamos supeditados a ella”, explica Rafa.
“La diversidad es esencial y por ello proponemos cestas para consumo del 'hortelano de cabecera' (como ocurre con el médico de cabecera, vinculamos el hortelano productor al consumidor). La cesta es un compromiso de diversidad con mínimo 5 variedades, a precio fijo y de temporada: la voz de nuestras productoras y productores es esencial, marcan el precio que se respeta todo el año. Y los alimentos que vendemos desde nuestra central de pedidos a comedores escolares, tiendas y restaurantes también tienen el mismo precio todo el año”.
Subbética Ecológica cuenta con más de 500 personas y entidades asociadas y 7 personas en nómina. Con sede central y un punto logístico en Cabra (Córdoba), tiene su área de trabajo en el centro de Andalucía (Córdoba, Sevilla, Jaén y Málaga). También desempeña una labor divulgadora mediante grupos de trabajo, jornadas, cursos y visitas de estudiantes, etc. Incluso crea sinergias colaborando con Francia: “Complementamos la producción local francesa con la de Subbética llenando huecos de producción en la naranja, aceite de oliva, aguacate o mango. Es una relación sin intermediarios, de comercio justo y directo. También trabajamos con Inglaterra y Bélgica”, añade Rafa Arroyo.
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Rafa Arroyo, secretario
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