"En los últimos años, ha habido muchos avances en el cultivo de kaki. Hemos adoptado nuevas técnicas agronómicas que nos han permitido obtener mayor calidad, más plantas por hectárea y fruta de un mayor calibre", informa el ingeniero agrónomo Vito Vitelli. "Para el manejo del follaje, aplicamos un sistema llamado Mataix: una poda en verde, que generalmente se lleva a cabo al final del verano, y que no se basa en la eliminación completa de las ramas verticales y vigorosas, sino en el acortamiento de las ramas".
"De esta manera, además de mantener el árbol compacto y bien estructurado, la densidad de la plantación aumenta de 400 a 600 plantas/hectárea. También proponemos modelos de hasta 1.000 plantas/hectárea. El peso del fruto puede llegar a 400 gramos, lo cual disminuye la cantidad de frutas por árbol, pero proporciona rendimientos por hectárea de más de 35 toneladas".
"No podemos permitirnos una planta de 4-5 metros de altura, tanto por la dificultad en la cosecha como por la frecuencia de fenómenos meteorológicos adversos. Muchos productores están recurriendo a innovadores sistemas de cubiertas. También hemos trabajado mucho en la gestión del agua, con la intención de distribuir el agua de manera racional y, por lo tanto, limitar la vegetación".
"Las técnicas de nutrición también han mejorado, basadas en sustancias nitrogenadas para estimular el desarrollo vegetativo y el tamaño de la fruta. Otros elementos fundamentales son el potasio, útil frente a los cambios de temperatura y a la humedad del suelo, y el calcio, que aumenta la textura crujiente y la consistencia de la fruta", concluye Vitelli.