Un estudio elaborado por La Unió de Llauradors, a través de la última Encuesta de superficies del Ministerio de Agricultura, refleja que los productores de la Comunitat Valenciana dejaron de cultivar a lo largo de 2021 un total de 2.056 hectáreas de mandarinos y 888 de kaki.
Del estudio también resalta la fuerte bajada de la superficie del almendro de variedades comerciales con 523 hectáreas y en cuanto a la fruta de verano destaca la caída de superficie de albaricoqueros con 632 hectáreas menos o de melocotón o nectarina, con un descenso de 111 hectáreas.
En sentido inverso aumenta de forma relevante la superficie de limón con 1.200 hectáreas, la de aguacate con 714 hectáreas más, la de olivar con 264 y la de viñedo (vinificación y mesa) con 166 hectáreas. También crece la de naranjo en 275 hectáreas o la de chufa en 139 hectáreas.
"En la fuerte caída de la superficie de mandarinos hay que destacar los bajos precios percibidos por los agricultores en las últimas campañas en las mandarinas más tempranas y las clementinas, debido en gran parte a la competencia de los cítricos procedentes de Sudáfrica, que aumentó en 2021 sus exportaciones de mandarinas a La Unión Europea más de un 30%. Un reciente estudio de La Unió reflejaba que es en septiembre cuando Sudáfrica aumenta los envíos de pequeños cítricos a los mercados europeos, con una media de 18.000 toneladas en ese mes durante las últimas campañas, subiendo a unas 25.000 las dos últimas, y en un global de unas 64.000 a lo largo de toda su campaña de exportación, con una media de unas 78.000 toneladas durante las dos últimas".
En este sentido, La Unió continúa reclamando que se introduzcan las mandarinas en la revisión del acuerdo de Asociación entre la UE y el África Meridional (Sudáfrica) y lo hagan con un arancel de precios de entrada desde septiembre, tras comprobarse claramente que distorsionan la salida comercial de nuestras clementinas y mandarinas tempranas en el inicio de campaña.
Sobre el kaki, La Unió exige a las diversas Administraciones "más atención y sensibilidad hacia este cultivo ante los problemas por los siniestros meteorológicos y de plagas que tiene y, mientras tanto se deberían conceder ayudas para mantener en pie las explotaciones y evitar el desastre económico y medioambiental que representan los campos abandonados en las zonas productoras. Los agricultores sufren un aumento desorbitado de los costes de producción para frenar las plagas, pues los productos autorizados no tienen la eficacia deseada y los depredadores para la lucha biológica son demasiado caros. Además, la subida de las tarifas eléctricas, el aumento del precio de fertilizantes o el de los envases o embalajes, entre otros inputs, tampoco ayudan".
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