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"Las cooperativas españolas se preparan para garantizar todas las medidas medioambientales"

"En Francia, Alemania y Reino Unido se come lechuga, gracias a la producción de aquí", dice Natalia Corbalán, directora general de la Fundación Ingenio, que agrupa a 10.000 agricultores, cooperativas y empresas hortícolas del Campo de Cartagena, en Murcia. La totalidad de su superficie se compone de 42.000 hectáreas cercanas a la laguna del Mar Menor, que ofrecen unas condiciones meteorológicas y edafológicas que hacen que la zona sea muy adecuada para la producción de frutas y hortalizas y, en concreto, de lechuga, según explica el director de operaciones, Javier Corrales. "La temperatura media a lo largo del año es de 18 ˚C, por lo que la lechuga se puede producir todo el año. Durante varios meses somos el mayor proveedor de Europa".

Riesgos
Natalia explica que aparecieron peces muertos en la laguna en 2019 y de nuevo en 2021, en las orillas del Mar Menor, durante días. "Aunque las soluciones están sobre la mesa, las administraciones del Gobierno correspondientes aún no han tomado las medidas necesarias".

La experta considera que la situación es complicada con un alcantarillado inadecuado con exceso de agua y residuos que se dirigen a la laguna, siendo esa una de las razones del problema. Otras son el alto nivel de turismo en la zona y una antigua mina, que ya no se utiliza pero que no se ha cerrado adecuadamente. El hecho de que en un plan elaborado para hacer frente a la situación solo se destine una cantidad muy pequeña a la agricultura indica a Javier que la razón del problema no es la agricultura. No obstante, añade Natalia, son los productores los que cargan con los problemas de comercialización de las frutas y hortalizas frescas.

"Los primeros indicios parecen mostrar que hubo una correlación evidente entre la muerte de los peces y las temperaturas extremas que tuvieron lugar en la reciente ola de calor (durante la cual, las temperaturas alcanzaron los 40 °C y más de 30 °C en el agua). A ello se sumó la llegada masiva de turistas, con más de 200.000, a las zonas del entorno del Mar Menor (donde muchas casas y urbanizaciones siguen vertiendo sus aguas al mar), en unos municipios costeros que no disponen de las infraestructuras necesarias para depurar y canalizar las aguas y los residuos urbanos. Estas circunstancias han potenciado un problema que lleva mucho tiempo perjudicando a la zona y contra el que es urgente tomar medidas eficaces".

"Además", señala Natalia, "hay varios factores más que afectan a la contaminación del Mar Menor. Los puertos deportivos y las playas artificiales, el estrechamiento de los barrancos, la falta de infraestructuras para frenar las cada vez más frecuentes tormentas torrenciales, los purines de la ganadería y los restos tóxicos de las explotaciones mineras de los montes cercanos son algunas actividades que sin duda afectan a la laguna".

Pero Natalia ve más allá. "Actualmente entra en el Mar Menor a través de las aguas subterráneas (llamadas acuíferos cuaternarios) una alta concentración de agua dulce mezclada con nutrientes. Científicos y expertos sostienen que la agricultura podría ser una parte importante de la solución extrayendo y utilizando el agua subterránea para el riego, lo que contribuiría a generar un modelo sostenible y a resolver el problema del acuífero".

Por eso el tema ambiental es muy sensible e importante para los productores de la Fundación Ingenio. Especialmente el uso del agua (que no proviene de la laguna, sino del trasvase del río Segura) es un punto importante. "Donde en toda España la técnica de fertirrigación para el ahorro de agua (donde se ofrecen el agua y los nutrientes en forma de goteo en base a pruebas que establecen las necesidades de las plantas) es aplicada por el 56 por ciento de los productores, el porcentaje es del 98 por ciento de los productores en nuestra organización", dice la directora técnica, María Boluda Aguilar.

Código ético de buenas prácticas agrícolas
Enmarcada en este contexto, la Fundación Ingenio, que busca ser un referente nacional en materia de sostenibilidad social y ambiental, llevaba tiempo advirtiendo del peligro señalado por los científicos y promoviendo un cambio cultural para adoptar los más altos niveles de responsabilidad social corporativa, señala María.

Por eso han impulsado un código ético de buenas prácticas agrícolas en materia social y medioambiental, aprobado hace apenas unos meses, y que será auditado y certificado por la certificadora internacional Bureau Veritas tras más de un año de desarrollo. María explica que "el código ético se suma a otras certificaciones como GlobalGap, Grasp o IFS".

"Queremos ser sostenibles tanto en las condiciones ambientales como en las laborales", menciona. Aunque el objetivo es producir de forma sostenible, la producción ecológica no es obligatoria. Sin embargo, María comparte que dentro de la organización un segmento importante de los productores está certificado como ecológico: el 24 por ciento de los productores de la Fundación Ingenio frente a cerca del 10 por ciento del total de los agricultores españoles. Por otro lado, la organización pretende aclarar (basándose en conocimientos científicos) cuáles son las razones que están detrás de la mortandad de los peces.

 

Para más información:
Natalia Corbalán
Fundacion Ingenico
natalia.corbalan@fundacioningenio.com
www.Fundacioningenio.com  

Fecha de publicación: