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Cerezas dobles o deformes: una consecuencia del estrés térmico y el cambio climático

A mediados de junio la temporada de cerezas alcanza su punto álgido y, entre las frutas recolectadas y puestas a la venta, no es raro encontrar cerezas con formas inusuales: dobles, irregulares o con deformaciones morfológicas que, aunque no afectan al sabor ni a la textura, sí provocan en algunos casos rechazo comercial y reducen su valor en el mercado.

Aunque muchos consumidores nunca habían visto estas cerezas, es un hecho conocido y con explicación científica, aunque habitualmente no lleguen al mercado por no cumplir con los estándares comerciales. Su exclusión de los canales habituales de distribución representa, además, una forma de desperdicio alimentario.

El fenómeno, según detalla José Miguel Peris, investigador del programa de Fructicultura del IRTA (Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries), está relacionado con el estrés térmico que sufren los árboles frutales durante el verano anterior a la cosecha. Las cerezas gemelas o deformes son consecuencia de este tipo de condiciones adversas. Así lo concluye también un estudio del IRTA publicado en 2009 en el Journal of Horticultural Science and Biotechnology, en el que se analizó la influencia del riego deficitario poscosecha y del aclareo previo en la calidad de la cereza dulce.

Más recientemente, en 2023 (actualizado en 2024), un equipo chileno encabezado por el profesor Richard Bastías, de la Universidad de Concepción, junto a Constanza Meza e Ignacio E. Urra, profundizó en este fenómeno desde el Laboratorio de Fruticultura y el Centro Fruticultura Sur, advirtiendo sobre la creciente incidencia de malformaciones vinculadas al cambio climático.

Peris apunta que, aunque en Cataluña no existen estudios específicos que documenten un aumento de estos casos por efecto climático, en regiones como Chile sí se ha planteado esta posibilidad. Añade que este año, probablemente debido a una oferta más limitada de fruta de alta calidad y precios elevados, están llegando al mercado cerezas que en otras temporadas habrían sido descartadas, lo que explicaría que más consumidores se estén encontrando con estos ejemplares anómalos.

Por su parte, Joan Girona, delegado institucional del IRTA en Terres de Lleida i Pirineus, subraya que la clave del problema radica en la fase de diferenciación floral, que en la región se produce entre agosto y septiembre. Es en ese periodo cuando las yemas florales empiezan a desarrollarse, y si las plantas atraviesan una situación de déficit hídrico o carecen de reservas energéticas suficientes, pueden producirse alteraciones en el crecimiento de los órganos florales. Esto repercute meses más tarde en la forma del fruto.

En resumen, aunque las cerezas con formas extrañas no son nuevas, su mayor presencia en el mercado esta temporada responde tanto a factores climáticos como a decisiones comerciales. Como advierte el profesor Bastías, el estrés térmico y la escasez hídrica provocados por el cambio climático hacen de este fenómeno un desafío creciente para el sector frutícola.

Fuente: lavanguardia.com