El nuevo asfalto con olor a mango de Madrid, pensado para disimular el olor a asfalto fresco, ha reavivado la frustración de los residentes por la reciente tala de casi 9.000 árboles. Los vecinos sostienen que los árboles frutales de verdad combatirían mejor tanto el olor como el calor estival, actuando como refrigerantes naturales. Aunque el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, defiende la decisión y señala que se han sustituido 5.000 árboles, los críticos subrayan la disparidad, ya que la mayoría de las sustituciones se han realizado en distritos periféricos. La polémica pone en el foco la necesidad de vegetación urbana, sobre todo ahora que Europa se prepara para olas de calor más extremas. Aumentar la cobertura arbórea se considera vital para refrescar las ciudades y reducir las muertes relacionadas con el calor.