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Pérdidas en mango y aguacate

Un estudio alerta de una “sequía estructural” en la Axarquía

Las secuelas de la prolongada sequía que afectó a Málaga entre 2019 y 2024 siguen presentes en la vida diaria de la población, pese a que la disponibilidad de agua ha mejorado. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Málaga, la Universidad de Princeton y el IHSM La Mayora analiza en detalle qué ocurrió en ese periodo, cómo repercutió en la agricultura y cuál es la situación actual en la Axarquía.

Los expertos sostienen que en la comarca oriental existe una "sequía estructural" y recuerdan que durante aquellos años no fue posible utilizar agua embalsada para riego, además de imponerse restricciones significativas al consumo humano. A esta limitación se sumó un acusado déficit de precipitaciones, lo que provocó un fuerte descenso de la producción de fruta en 2022 y 2023. Según sus estimaciones, las pérdidas rondaron el 80% en el caso del mango y el 50% en el del aguacate respecto al año anterior, junto a una elevada mortalidad de árboles.

El análisis atribuye la crisis hídrica a una combinación de factores. Por un lado, una sequía meteorológica excepcionalmente severa y prolongada que redujo de manera directa los niveles de embalses y acuíferos. Por otro, un aumento continuado de la superficie de regadío durante las dos últimas décadas, lo que incrementó la demanda de agua, y una gestión institucional insuficiente. En este último punto, el profesor de la UMA Pablo Jiménez Gavilán subraya que "la gestión actual de los recursos hídricos, especialmente de los subterráneos, presenta importantes deficiencias", entre ellas la incertidumbre sobre la disponibilidad real, la falta de mediciones de extracción, la sobreasignación de permisos y una extracción irregular significativa.

Ante este escenario, los autores plantean un cambio de enfoque en la planificación hídrica. Proponen integrar la gestión del territorio y el agua a escala de cuenca y avanzar más allá de las medidas tradicionales que buscan aumentar la oferta o mejorar la eficiencia del uso. Entre sus recomendaciones figuran controles más estrictos sobre la demanda —como límites a la superficie de regadío—, evaluaciones más precisas de la disponibilidad y el consumo mediante mediciones en tiempo real, permisos flexibles que se ajusten a los recursos disponibles, especialmente los subterráneos, y un refuerzo de los mecanismos de inspección y control. A su juicio, "la combinación de estas medidas reduciría la probabilidad de crisis futuras en condiciones de sequía meteorológica".

Los resultados del estudio han sido publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). La investigación se basa en información sobre factores humanos y naturales desde la década de 1990 hasta la actualidad, con especial atención a la "crisis hídrica extrema" registrada entre 2019 y 2024, e incluye datos climáticos, hidrológicos, piezométricos, de uso del suelo y relacionados con la gobernanza del territorio.

Fuente: elespanol.com

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