En la última década, la cereza se ha consolidado como el cultivo estrella de Chile, multiplicando sus exportaciones de US$ 12 millones a más de US$ 1.800 millones en 2025. Este crecimiento se sostiene en el clima, la tecnificación del cultivo y la fuerte demanda asiática, especialmente de China, que representa la mayor parte del mercado.
Entre enero y octubre de 2025, Chile exportó 463.565 toneladas de cereza, muy por encima de las 4,5 toneladas enviadas hace diez años. La expansión del área cultivada y la selección de frutas de calibre premium han permitido a la industria ofrecer productos más grandes y firmes, consolidando la fruta chilena en los mercados internacionales.
Las regiones de O'Higgins, Maule y Valparaíso concentran la mayor parte de la producción exportable. La clave del éxito no está solo en la infraestructura o la mano de obra especializada, sino en el clima: inviernos fríos con suficientes horas bajo 7 °C, días cálidos que rozan los 40 °C y noches frías que permiten desarrollar color, dulzor y firmeza, características fundamentales para los mercados asiáticos.
Este contraste térmico, único en Chile, asegura que la cereza complete su ciclo invernal, florezca de manera uniforme y cumpla con los estándares de calidad exigidos internacionalmente. En promedio, cada árbol necesita entre 800 y 1.500 horas de frío para garantizar una cosecha consistente y de calidad.
El éxito chileno contrasta con el del arándano peruano, que se ha desarrollado en zonas cálidas y sin estaciones marcadas, gracias a variedades de bajo requerimiento de frío. Mientras el arándano puede producirse cerca del nivel del mar, la cereza depende de un invierno frío y de veranos intensos, lo que limita su cultivo a regiones con climas específicos.
Pese a ello, algunas zonas altoandinas del Perú presentan condiciones que podrían permitir un desarrollo limitado del cerezo. Regiones como Huaraz, conocida como la "Suiza peruana", ofrecen noches frías y oscilaciones térmicas que replican parte del ciclo chileno. Sin embargo, el calor intenso necesario para lograr el color y la firmeza de la fruta no se da naturalmente, lo que sugiere que la producción requeriría invernaderos o estructuras de manejo térmico.
El potencial peruano se orientaría a una producción de nichos premium, con calibres grandes, más que a un desarrollo masivo. La viabilidad dependerá de infraestructura especializada, investigación y una logística capaz de manejar un cultivo delicado que exige rapidez en cosecha, preenfriado y transporte.
La cereza chilena destaca por la precisión de su calendario productivo, alineado con la demanda asiática. El cultivo solo puede cosecharse una vez por año. El invierno proporciona el frío necesario, la primavera permite la floración y los primeros días de verano aseguran el desarrollo del color y azúcar. De esta manera, entre noviembre y febrero se concentra el 96% de las exportaciones, ofreciendo fruta en el momento exacto que China demanda. Para Perú, como se ha visto, el escenario es distinto.
Fuente: freshfruit.pe