Según Fresh Fruit, Perú y Colombia se han consolidado como referentes del comercio agroalimentario andino, con exportaciones que superan los US$ 10,000 millones en 2025. Mientras Colombia mantiene su núcleo histórico centrado en café, banano, flores y palma, Perú avanza hacia una diversificación basada en frutas frescas y agroindustria.
El crecimiento de ambos países refleja un cambio estructural en sus exportaciones. Hace tres décadas, Colombia aparecía en el radar global principalmente por café y flores, y Perú por azúcar, algodón y algunos frutales, mientras que la minería y los hidrocarburos dominaban la mayor parte de sus ventas al exterior. Hoy, el panorama es diferente: en Perú, el sector agroexportador se ha posicionado como el segundo en importancia, detrás de la minería, representando alrededor del 17% del total exportado en 2024. Fresh Fruit estima que las agroexportaciones peruanas podrían alcanzar los US$ 40,000 millones en 2040, impulsadas por nuevos proyectos de riego y expansión de zonas agrícolas de alta productividad.
En Colombia, la evolución ha sido similar. Entre enero y octubre de 2025, el valor de las exportaciones agroalimentarias llegó a US$ 12,104 millones, superando los US$ 10,840 millones registrados en 2024. Esto ubica a ambos países en un nivel comparable, aunque con diferencias en la manera de alcanzar esa escala. Colombia sigue apoyándose principalmente en sus productos tradicionales, aunque diversifica gradualmente con palta/aguacate, frutas exóticas y productos procesados. Por ejemplo, las exportaciones de palta pasaron de US$ 89 millones en 2019 a US$ 328 millones en los primeros diez meses de 2025. La estacionalidad muestra un flujo estable durante gran parte del año, con caídas en junio, julio y agosto, contrastando con la temporada peruana, que concentra sus mayores exportaciones entre mayo y julio. En 2024, Perú vendió US$ 1.615 millones en palta, significativamente más que Colombia.
El banano también representa un motor importante: en 2024, Colombia exportó US$ 1.225 millones, y en lo que va de 2025 ya suma US$ 1.262 millones, manteniendo su posición como proveedor clave de Europa. El aceite de palma crece de manera destacada, con ventas externas que pasaron de US$ 575 millones en 2024 a más de US$ 846 millones en 2025, incluyendo aceites crudos, refinados y derivados industriales. Por su parte, el cacao y los productos de chocolate alcanzaron un total cercano a US$ 265 millones en 2024, con tasas de crecimiento de dos dígitos, aunque aún lejos de los productos históricos. Otros cultivos como azúcar, limón, soya, maracuyá, aguaymanto, mango y arroz completan el portafolio, ampliando mercados y diversificando la oferta. En conjunto, Colombia mantiene la fuerza de sus pilares históricos, mientras construye una segunda línea de productos que incluye palta, cacao y frutas tropicales, cuya consolidación determinará la velocidad de su convergencia hacia un modelo más diversificado.
Perú, por su parte, ha apostado por una diversificación agresiva basada en frutas frescas y agroindustria. En 2024, las agroexportaciones peruanas sumaron US$ 12.343 millones, con frutas representando el 53% del total. Los arándanos lideraron con US$ 2.342 millones, seguidos por palta, uva de mesa, café, cacao y cítricos. Entre enero y noviembre de 2025, las exportaciones alcanzaron US$ 12.800 millones, y según Fresh Fruit, las ventas de enero a octubre se sitúan en US$ 11.288 millones (+18%). La canasta peruana destaca por su amplitud: más de 17 productos individuales superaron los US$ 100 millones en 2024, con cuatro sobre US$ 1,000 millones y uno sobre US$ 2,000 millones. A diferencia de Colombia, los productos principales en Perú no concentran más del 40-50% del valor, y una "cola" de productos medianos —mango, cítricos, espárrago, alcachofa, granada, quinua— sostiene el crecimiento y abre mercados.
En síntesis, Colombia y Perú representan dos modelos distintos de fortalecimiento del agro: uno basado en la consolidación de cadenas históricas que se expanden hacia productos emergentes, y otro en la diversificación amplia de frutas frescas, agroindustria y granos. Ambos enfrentan retos similares: adaptación climática, regulaciones ambientales más estrictas, trazabilidad, presión social en los territorios y la necesidad de aumentar el valor agregado. El desafío para la próxima década no es cuál modelo es mejor, sino cómo ambos pueden consolidar un espacio agroalimentario andino competitivo, sostenible y capaz de generar empleo rural estable incluso cuando los precios internacionales fluctúen.
Fuente: freshfruit.pe