La patata es un alimento clave en la dieta y la agricultura lituanas, pero enfrenta una amenaza persistente: la podredumbre anular. Esta enfermedad bacteriana, considerada una de las más peligrosas para este cultivo, continúa propagándose en el país, especialmente en pequeñas explotaciones que no siguen prácticas adecuadas de prevención.
Según el Servicio Estatal de Fitomejoramiento del Ministerio de Agricultura, en 2024 se detectaron 14 brotes de podredumbre anular (Clavibacter sepedonicus), frente a los 35 casos registrados en 2022. Aunque la cifra ha disminuido, los expertos advierten que no debe interpretarse como una mejora significativa. Entre el 30% y el 50% de los casos se detectan en cultivos gestionados por agricultores no profesionales, que suelen destinar la producción al autoconsumo.
El director del organismo, Yuri Kornienko, subraya que muchos de estos agricultores utilizan semillas no certificadas adquiridas en mercados o conservadas de campañas anteriores. "Esto incrementa notablemente el riesgo de propagación de enfermedades", explica. A pesar del creciente interés del sector por la innovación, el uso continuado de semillas propias dentro de una misma finca sigue siendo una práctica común. "Por tradición o por ahorro, muchos productores evitan renovar semilla, sin tener en cuenta las consecuencias", advierte Kornienko.
El riesgo no se limita al campo. Las instalaciones de almacenamiento y clasificación también pueden ser foco de contagio si no se desinfectan adecuadamente antes de introducir una nueva cosecha. Las patatas dañadas actúan como vector de la bacteria, comprometiendo incluso los lotes sanos.
Las autoridades recomiendan no cultivar patata ni otras solanáceas en terrenos donde se haya detectado la enfermedad durante al menos dos años, para evitar la persistencia del patógeno en el suelo.
Además, el cambio climático está agravando la situación. Las condiciones más cálidas y húmedas han favorecido la aparición de otras enfermedades bacterianas, como la podredumbre parda de la patata (Ralstonia solanacearum), que puede propagarse incluso a través del agua de riego. Esta bacteria, presente en restos de cultivo, cuerpos de agua y raíces de plantas acuáticas, puede activarse cuando la temperatura del agua supera los 15 °C.
Frente a este escenario, los expertos insisten en la necesidad de renovar prácticas agrícolas, apostar por el uso de semilla certificada y aplicar medidas preventivas tanto en el campo como en el almacenamiento para proteger la calidad y la seguridad de uno de los cultivos más emblemáticos de Lituania.
Fuente: madeinvilnius.lt