La Asociación de Agricultores de Georgia (GFA) se fundó en 2012 con una misión clara: apoyar a los agricultores y horticultores con orientación sobre técnicas de cultivo y emprendimiento orientado al mercado, y defender al mismo tiempo sus intereses ante el gobierno y los socios comerciales. "Nuestro objetivo es ser el puente entre los productores y los mercados", afirma Rati Kochlamazashvili, vicepresidente de la GFA. "Lo hacemos a través de nuestros propios proyectos de investigación, promoviendo la certificación y la colaboración, y ayudando a los agricultores a adoptar nuevas tecnologías".
En la actualidad, la GFA representa a unos 5.000 miembros en toda Georgia, desde pequeñas explotaciones familiares hasta grandes productores comerciales y algunas cooperativas. Unos 1.000 miembros se dedican a la fruticultura, aunque la mayoría combina esta actividad con la agricultura o la ganadería.
Nuevos cultivos, nuevos mercados
Uno de los avances más notables desde la fundación de la GFA ha sido el aumento de nuevos cultivos frutales comerciales. "En la última década hemos asistido a un crecimiento constante de la producción de nueces, almendras, avellanas y arándanos", explica Kochlamazashvili. Y las cifras de cosecha para 2024 —7.500 toneladas de nueces, 43.600 toneladas de avellanas, 3.000 toneladas de almendras y 6.000 toneladas de arándanos— solo se espera que aumenten en los próximos años.
Rati Kochlamazashvili, vicepresidente de la Asociación de Agricultores de Georgia (GFA), y Aleksandre Gambashidze, agrónomo júnior.
La producción de frutos secos, en particular, está creciendo rápidamente. "La demanda interna de nueces y almendras sigue siendo superior a la oferta", afirma, "pero cuando estos campos alcancen su plena madurez, la exportación será crucial". Para los arándanos, ese momento ya ha llegado: "La demanda interna de arándanos es limitada, por lo que la mayor parte de la cosecha ya se destina a los mercados extranjeros".
Modernizar la fruticultura tradicional
Junto a estos cultivos más recientes, el sector frutícola de Georgia sigue dependiendo en gran medida de sus pilares más tradicionales: las frutas de pepita (89.600 toneladas) y las frutas de hueso (76.700 toneladas). En 2024, esta cifra incluía 76.400 toneladas de manzanas, 11.500 toneladas de peras, 1.600 toneladas de membrillos, 13.900 toneladas de ciruelas, 6.200 toneladas de cerezas, 3.400 toneladas de albaricoques, 34.600 toneladas de melocotones, 3.800 toneladas de nectarinas y 13.700 toneladas de ciruelas.
Aunque gran parte de esta producción sigue yendo a Rusia, los mercados de exportación alternativos, sobre todo los países del Golfo y la UE, están ganando terreno. "El desarrollo de plantaciones intensivas está ayudando a estabilizar la calidad y la oferta", señala Kochlamazashvili, "lo que hace que nuestros productos sean más atractivos para los compradores europeos".
La uva es otra de las piedras angulares de la agricultura georgiana, profundamente arraigada en la historia cultural del país. En 2024 se cosecharon unas 320.700 toneladas de uva, casi en su totalidad para vinificación. Sin embargo, la uva de mesa fresca sigue importándose de las vecinas Turquía y Armenia. Otros cultivos importantes son las mandarinas (49.800 toneladas) y los kakis (10.800 toneladas), y también se producen volúmenes menores de naranjas, limones, fresas, higos, granadas, kiwis y frambuesas.
La fragmentación de la tierra frena el crecimiento
Uno de los principales obstáculos estructurales a los que se enfrenta la agricultura georgiana es la fragmentación de la tierra. Tras la caída de la Unión Soviética, cada hogar recibía alrededor de 1,3 hectáreas de tierra, normalmente repartidas en tres parcelas no contiguas. "En la mayoría de los casos, estas parcelas están separadas por kilómetros y los propietarios son reacios a venderlas", explica Kochlamazashvili. "Esto dificulta el aumento de la producción frutícola".
Aun así, se han hecho algunos progresos desde 2012. Gracias a las subvenciones del Gobierno —y, hasta hace poco, al apoyo de USAID—, han empezado a surgir empresas conjuntas (o joint ventures) y negocios agrícolas de mayor tamaño. "También hay un potencial significativo en las tierras que aún son propiedad del gobierno local o central, que ahora se están vendiendo o arrendando a los agricultores en función del tipo de cultivo de que se trate".
Los inversores extranjeros solo pueden entrar en el sector hortícola georgiano a través de empresas conjuntas, y al menos el 51% de la propiedad debe permanecer en manos georgianas.
Mano de obra y tecnología: un doble reto
La mano de obra es otro punto crítico, sobre todo en sectores que requieren mucho personal, como el cultivo de arándanos en el oeste de Georgia. "Nos enfrentamos a la escasez de temporeros", explica Kochlamazashvili. "Estamos estudiando la posibilidad de contratar inmigrantes laborales, sobre todo de Azerbaiyán y Ucrania. Pero la tecnología también tendrá que desempeñar un papel más importante".
Antes, la principal dificultad era atraer a trabajadores cualificados, pero desde la pandemia de COVID-19 hay escasez generalizada. La GFA ayuda a los agricultores a adoptar tecnologías modernas tanto en el campo como en las instalaciones de envasado. "Les llevamos a ferias, les enseñamos las innovaciones y acompañamos el proceso de implantación", dice Kochlamazashvili.
El cambio climático deja huella
El cambio climático también afecta a la agricultura georgiana. En mayo de 2024, una helada primaveral tardía azotó la región de Shida Kartli —una zona clave para la fruta de hueso y de pepita— causando importantes pérdidas en las cosechas. "La mayoría de las pólizas de seguros agrícolas no cubren las heladas primaverales", señala Kochlamazashvili.
Y en Kakheti, una región oriental tradicionalmente a salvo de fenómenos meteorológicos extremos, el año pasado cayó un tornado, algo inédito en la zona. "Este tipo de acontecimientos son nuevos para nosotros", afirma. "Pero tenemos que empezar a prepararnos para ellos".
Confianza y cooperación: una barrera cultural
Aunque la cooperación a través de cooperativas formales es cada vez más importante, la desconfianza histórica sigue siendo un obstáculo importante. "Para muchos agricultores que vivieron la época soviética, la idea de la comercialización colectiva sigue cargada de asociaciones negativas", explica Kochlamazashvili. "Por aquel entonces, sovjoses y koljoses eran sinónimo de corrupción y mala gestión".
Esa mentalidad está empezando a cambiar lentamente. Se está generando confianza, sobre todo porque los centros de envasado privados empiezan a ofrecer sus servicios a varios productores locales. "Es un primer paso prometedor", afirma. "A largo plazo, la cooperación será esencial si queremos conseguir economías de escala, sobre todo para los que aspiran a abastecer a la gran distribución europea".
Certificación como garantía de calidad
Para cumplir los requisitos del retail nacional, la GFA lanzó su propio sistema de certificación, conocido como GeoGAP. "Sigue el modelo de GlobalGAP, pero es algo menos estricto", explica Kochlamazashvili. Aun así, el sistema ofrece una importante garantía de calidad. "Los retailers lo piden expresamente. Los agricultores con certificación GeoGAP tienen sin duda una ventaja competitiva".
Un enfoque estratégico en la UE y Oriente Medio
La hoja de ruta estratégica de la GFA para 2025-2029 ya está tomando forma: da prioridad a la promoción de los productos locales en el mercado nacional y al refuerzo de la cooperación entre productores para aprovechar las oportunidades de exportación. Recientemente se ha firmado un acuerdo comercial con Emiratos Árabes Unidos.
Sin embargo, los retos persisten. "Necesitamos más infraestructuras de almacenamiento en frío y una mejor logística", subraya Kochlamazashvili. "Estandarizar la calidad y aumentar la producción también es fundamental si queremos competir en el ámbito internacional".
Por ahora, Rusia sigue siendo el principal destino de las exportaciones georgianas, gracias a su proximidad y a unos niveles de precios a menudo mejores. "Pero Europa es un mercado más fiable", concluye. "Ofrece seguridad jurídica y estabilidad contractual. Eso permite planificar a largo plazo, y eso es exactamente lo que necesitamos para avanzar".
Para más información:
Rati Kochlamazashvili (vicepresidente)
Asociación de Agricultores de Georgia (GFA)
E. Ninoshvili 64
0102 Tiflis (Georgia)
Tel.: +995 555 28 08 18
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