¿Podremos seguir consumiendo de forma segura frutas y verduras en el futuro, en un clima cambiante? Es lo que se preguntan los investigadores de Gante y Wageningen, que han aplicado los últimos conocimientos y hallazgos científicos alrededor del cambio climático a la seguridad alimentaria y han llevado a cabo su revisión como parte del proyecto Veg-i-trade, financiado por la Unión Europea.
Dicho sea de paso, estos son los primeros estudios en esta línea y los investigadores creen que hay multitud de razones para ampliar la investigación. Algunos escenarios de análisis más, que han sido comunes en la investigación climática en general, deberían adoptarse para la investigación de la seguridad alimentaria. En el estudio Veg-i-trade se incluyó un escenario de análisis, cosa que no se había hecho anteriormente.
Los estudios de campo y los análisis estadísticos del proyecto Veg-i-trade muestran que, de hecho, a menudo existe una relación entre la contaminación de la fruta y las verduras y algunas variables climáticas, como la temperatura y las precipitaciones. Un estudio inicial de las sustancias tóxicas de los hongos, por ejemplo, muestra que en Polonia se espera un aumento del riesgo de la contaminación para el tomate a finales del siglo XXI. En España, por otra parte, hará demasiado calor para esos hongos, lo que podría hacer que el riesgo de contaminación fuera menor allí. Otro estudio muestra que en un campo de lechugas inundado —y la posibilidad de inundaciones aumenta debido al cambio climático— se pueden encontrar mayores concentraciones de bacterias dañinas, que disminuyen mucho con la exposición a la luz ultravioleta.
Una de las conclusiones de un estudio de las posibilidades de adaptación a un cambio climático es que las adaptaciones a cambios futuros serán muy diferentes en los distintos países, sectores y compañías. El énfasis debería ponerse, así pues, en aumentar la capacidad de adaptación, según dicho estudio.
Veg-i-trad
La investigación de Gante-Wageningen forma parte del proyecto europeo Veg-i-trade. Entre mayo de 2010 y abril de 2014, 22 socios (universidades, centros de investigación, pymes y grandes socios industriales) de diez países han investigado virus como el norovirus, bacterias como la salmonela y la E. coli, toxinas fúngicas y residuos de pesticidas de las frutas y las verduras frescas. También dentro del proyecto se han estudiado las posibles consecuencias de la globalización y del cambio climático sobre la seguridad alimentaria de estos productos frescos.
Publicación
Puede acceder al estudio en el siguiente enlace: Special issue on the impacts of climate change on food safety.
Fuente: WageningenUR