La dependencia de trabajadores inmigrantes creció con el aumento del cultivo, que se disparó desde los 9 millones de kilos anuales en los 70 hasta los 23 o 27 millones de kilos anuales de hace diez años y los 41 millones de kilos actuales, según Yarborough.
El aumento de las cosechas trajo consigo el desarrollo de cosechadoras mecanizadas, pesadas máquinas operadas por un conductor, que comenzaron a ganar importancia en los 90, informan los trabajadores del sector. Algunas explotaciones de arándanos se han mecanizado casi por completo y cada vez hay más que toman esa dirección, asegura Yarborough.
Esta tendencia se traduce en menos trabajo para los trabajadores inmigrantes que durante tanto tiempo han confiado en la temporada del arándano para ganar varios cientos de dólares semanales durante el verano. La temporada suele comenzar a finales de julio y finaliza en torno al Día del Trabajo (primer lunes de septiembre).
La creciente mecanización también está causando que la naturaleza del trabajo restante sea más complicada. Los recolectores quedan relegados a trabajar en partes de los campos a las que no pueden llegar las cosechadoras mecánicas, como zanjas y suelos desiguales.
El estado cuenta con alrededor de 18.000 hectáreas de arándanos silvestres, concentrados principalmente en la zona rural de Downeast, y el estado depende de las bayas para lograr un valor económico de alrededor de 250 millones de dólares al año. Los arándanos también son uno de los principales identificadores culturales del estado, junto con los faros y las langostas.
Todavía está por ver si, finalmente, esta tendencia pondrá en peligro la existencia de la comunidad que se ha desarrollado en torno a la cosecha de arándanos año tras año. No obstante, Briana Mejia, recolectora que lleva siete años yendo a trabajar a los campos, asegura que la tendencia hacia la mecanización y en dirección opuesta a los trabajadores es clara.