A pesar de haber cedido a las demandas del sector agrario en dos asuntos clave, el plan del Gobierno para combatir la crisis de los tomates ha vuelto a enfurecer a los agricultores. Desde su punto de vista, permitir importaciones artificialmente baratas solamente ayudará a los consumidores a corto plazo, mientras que a largo plazo perjudicará a los productores locales y garantizará que se den crisis similares en el futuro. A los agricultores también les preocupa que abrir el mercado para las importaciones siente un precedente que podría provocar la aplicación de políticas similares en otros mercados.
En lugar del apaño rápido que ha hecho el Gobierno, las organizaciones agrícolas sugieren que subvencionar a los agricultores locales y reducir los costes del agua de riego permitiría un nivel de producción local sano. De acuerdo con la Federación de Agricultores Israelíes, el número de operaciones agrícolas en el país ha disminuido de 70.000 en 2005 a 9.000 este año, una caída del 87% que se prevé que continuará en los próximos años. Según sus estimaciones, un presupuesto de apoyo gubernamental de 5 millones de séqueles al año conducirá a una reducción del 12% en los precios de los productos locales y estabilizará el sector.