La caída de precios y la falta de compras extiende el nerviosismo en la citricultura valenciana
Nada que ver con aquellos aires optimistas –tan cercanos todavía– que parecían proclamar un claro resurgimiento tras años de profunda caída. Ahora mismo se vuelve a lo de antaño, sin apenas haber recuperado, momentáneamente, niveles de tres décadas atrás.
Pero ¿qué ocurre con la naranja (o la clementina)?, se preguntan todos los agricultores, simplemente porque no notan de cerca que haya ganas compradoras, como las vieron en muchos momentos de la temporada anterior. Y para mayor preocupación, cuando contactan con algún comprador, o se enteran de que algún vecino, familiar o compañero ha vendido alguna partida, los precios son bastante inferiores a los que regían apenas un año antes. Y por encima de todo ello, la sensación, hábilmente espoleada por los acostumbrados correveidile, de que se vuelve a una superproducción, de que pudiera ser que haya excedentes. Resultado anímico general: el hundimiento.
En medios agrícolas suele ocurrir así: se pasa tan rápidamente de la euforia a la depresión. Es fácil encontrarse con que los mismos actores que la temporada anterior pedían más y más por su fruta, con el ánimo de que todo crecería sin parar, sin tocar techo, apenas se aperciben de que soplan vientos que no vienen con igual fuerza, o se han escorado algo, se aprestan a ceder su cosecha como solían tiempo atrás, incluso a entregarla sin más. Y seguramente no será para tanto.
¿Que sobrará cosecha? En realidad ya está sobrando. Como casi siempre, o un poco más. Miren alrededor, los huertos recolectados o de variedades de mandarinas que ya han ido quedando al margen, fuera de circuito, superadas por las que van entrando en madurez. Verán que se quedan en el campo altos porcentajes de fruta que ya no servirá; se pudrirá allí, salvo que se pueda aprovechar para la industria, que de nuevo empieza a tirar con fuerza.
Posiblemente se pierde mayor porcentaje del que representa el aumento estimado de la producción.
Por cierto, si convenimos que hace dos campañas estábamos en nivel 100 de cosecha, le restamos el 19% de descenso que hubo en la siguiente, y al 81 resultante le añadimos el 23% de aumento de la actual, nos quedamos con 99,63; es decir, volvemos casi al nivel de hace dos. Nada desorbitado ni extraordinario que deba animar miedos y prisas.
Más bien convendría ahuyentar tantos temores y malos augurios sobrevenidos. Más aún cuando se evidencia que la demanda y el consumo marchan a buen ritmo en toda Europa, conforme la fruta va adquiriendo mejores condiciones de madurez. Lógica evolución.
Con el inicio de la comercialización de la Clemenules (la reina de la temporada) las cosas marchan de otro modo, porque tiene mucha más calidad que la mayoría de las variedades anteriores. ¿Que hay mucha este año? Como otras veces. También aseguran expertos ‘pateahuertos’ que a la marcha actual y si no hay traspiés meteorológicos, saldrá toda convenientemente y sin sobresaltos.
Y por lo que respecta a la naranja, ahora se centra la recolección en la Navelina; hay mucha demanda, incluso se busca, por parte de comerciantes ‘marquistas’, la poca Salustiana que queda, y está funcionando el ‘colchón’ de la industria de zumo, que absorbe la fruta de menor tamaño, pagándola alrededor de 15 céntimos el kilo.
Con los precios actuales de campo para la naranja (18-20 céntimos), alta demanda y colocación industrial segura de los ‘destríos’ que se apartan, seleccionando lo mejor para el mercado en fresco, no hay quien se pille los dedos. Así que tampoco es para andar con climas de psicosis.
Fuente: lasprovincias.es