A nivel mundial, las patatas son el cuarto cultivo más producido después del trigo, el arroz y el maíz. En Nueva Zelanda se producen más de medio millón de toneladas al año y el valor de la industria de la patata se ha estimado en cerca de 500 millones de dólares.
El cuerpo humano no dispone de medios efectivos para eliminar el cadmio, que, por tanto se convierte en una sustancia tóxica acumulativa que podría bioacumularse en el hígado y en los riñones durante años. Algunos expertos han advertido de el lento envenenamiento por cadmio de la población es un problema sanitario y de seguridad alimentaria mundial.
Los fertilizantes de fosfato utilizados para estimular la productividad de los cultivos a menudo contienen cadmio y son la principal fuente de cadmio en los suelos agrícolas. Otras actividades antropogénicas que han contribuido al aumento de cadmio en el entorno son los lodos residuales y las baterías de níquel y cadmio.
A diferencia de muchas sustancias tóxicas ambientales, el cadmio pertenece a un grupo de sustancias tóxicas inorgánicas comúnmente llamados metales pesados que no pueden ser descompuestos por los microorganismos con el paso del tiempo. En su lugar, permanecen en el entorno y sus niveles podrían seguir aumentando en los suelos.
Al respecto de esta idea se ha emprendido una investigación en dos partes en la que se está estudiando la variación natural de algunas patatas cultivadas en Nueva Zelanda. Los resultados iniciales mostraron que algunas de las células cultivadas de patatas podrían absorber menos cadmio que otras. Está previsto continuar en esta línea y obtener plantas a partir de las células cultivadas.
Fuente: voxy.co.nz