Demasiados factores, como las enfermedades exóticas y los altos precios de la tierra y la urbanización, estaban asfixiando lentamente a los productores veteranos de cítricos, opinaba. La industria citrícola no funcionaba bien y era el momento de que los productores cambiaran sus prácticas de cultivo a largo plazo.
La revolución de Skaria, cuyo nombre se inspiró en la revolución verde del doctor Norman Borlaug y en sus proyectos de mejora del trigo (alimento básico) a mediados del siglo XX, animaba a los productores a cambiarse a plantaciones de alta densidad utilizando árboles microinjertados que producían antes los frutos. Skaria discurrió que el único modo de ir un paso por delante de las enfermedades que mataban a los árboles y de los costes prohibitivos, era producir más cítricos por hectárea y más rápido mediante métodos rentables.
En un proceso que desarrolló Skaria, se cultivan portainjertos resistentes de naranjos amargos a partir de una semilla en un recipiente cilíndrico y se microinjertan cuando el portainjerto es todavía pequeño. Pasadas dos o tres semanas, el nuevo portainjerto injertado comienza a crecer y pronto está listo para trasplantarlo en el huerto.
A diferencia de los árboles injertados de forma tradicional, los árboles microinjertados no necesitan pasar entre doce y dieciocho meses o más en un vivero antes de ser trasplantados, lo que los hace menos caros, según Skaria. Por razones que todavía no se han estudiado en profundidad, los árboles microinjertados maduran y producen fruta más rápido que los árboles cítricos injertados mediante el método tradicional. "Estos árboles microinjertados no están modificados genéticamente", asegura.
Skaria explica que este sistema ayuda a los productores a compensar las pérdidas. "En un huerto bien cuidado, suponiendo que la presión de la virescencia de los cítricos tiene una incidencia del tres por ciento al año, un huerto de alta densidad microinjertado podría suponer, sin duda, una ventaja económica, lo que no ocurre en un huerto tradicional".