Desde un punto de vista económico, la reanudación acordada de los lazos diplomáticos, unido a un final determinado del embargo comercial, es de importancia trivial para la economía estadounidense y de mucho menos importancia para Cuba de lo que muchos creen.
Estados Unidos es un país de cerca de 315 millones de personas. La población de Cuba ronda los 11 millones. La producción estadounidense de bienes y servicios es casi 240 veces tan grande como la de Cuba con los actuales tipos de cambio. Incluso después de realizar un ajuste generoso para una "paridad de poder adquisitivo", para reflejar que tales tipos de cambio son imperfectos al comparar el poder adquisitivo interno de una moneda, la economía de Estados Unidos es 80 veces más grande.
Por tanto, permitir las importaciones de azúcar o níquel cubanos, o bananas o naranjas o cualquier cosa será algo pequeño si se compara con la demanda total estadounidense de cualquiera de esos productos. Y si Cuba comienza a importar harina de soja o marcapasos o aviones de Estados Unidos y no de otros lugares, esta demanda adicional de productos estadounidenses será pequeña en comparación con lo que ya se produce o vende en el extranjero.
Además, pese a que el Gobierno de Cuba llevaba 53 años lamentando ser víctima del "bloqueo" de los Estados Unidos, que es muy diferente de un "embargo", Cuba ya está bastante integrada en la economía global, al menos potencialmente.
Pese al embargo, muchos otros países están totalmente dispuestos a comprar azúcar, níquel y otros productos cubanos a los precios globales imperantes. El problema de Cuba es que su sector productivo es tan ineficiente que no puede ganar dinero con precios de mercado globales. Por tanto, Cuba ha tenido una dependencia histórica de acuerdos preferenciales de Rusia para que comprara su exportaciones, o de Venezuela para proveer petróleo para que Cuba lo importara.