Recientemente, Turquía ha experimentado fluctuaciones monetarias durante varias semanas. Para frenar la continua depreciación de la lira turca, el Gobierno anunció diferentes medidas. Pero la impredecible situación, alimentada también por una política monetaria poco ortodoxa (recortes de los tipos de interés cuando sube la inflación), está provocando que los inversores extranjeros retiren su dinero del país.

Y sus residentes intentan convertir sus ahorros en euros, dólares u oro. Turquía es muy dependiente de las importaciones, por lo que los precios de muchos productos están en alza. Se trata de materias primas industriales y agrícolas, y de bienes de consumo no fabricados en el país. Además, a medida que la moneda se deprecia, aumenta la deuda del Gobierno turco y de muchas empresas.
El presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha utilizado la aversión islámica para defender su decisión de establecer recortes. Pero, sobre todo, afirma que, estimulando la inversión, la economía turca debe transformarse en una economía de producción. Por otro lado, el encarecimiento de las importaciones y la bajada de los tipos de interés alimentan la inflación, que está erosionando gravemente el poder adquisitivo de los turcos.
Sin embargo, la debilidad de la lira es buena para las exportaciones, lo que beneficia tanto a las de bienes como a las de servicios (léase: turismo) y, en consecuencia, al empleo. El crecimiento de la economía basada en la exportación (la trayectoria de crecimiento de Turquía ha sido bastante positiva durante los últimos diez años) ofrece cierto margen para que los aumentos salariales compensen la inflación.
La realidad económica es una interacción de muchos factores que se afectan mutuamente de forma directa o indirecta. Sin embargo, hay un aspecto que siempre es esencial: la estabilidad. Al fin y al cabo, esta inspira la confianza de productores, inversores y consumidores. Y eso es exactamente lo que falta en la economía turca. Muhammet Cakir, de Verita Holland, es muy consciente de ello.
El noventa por ciento del comercio de esta empresa holandesa de frutas y hortalizas consiste en la exportación de productos, principalmente exóticos, a Turquía. ¿Cómo se desenvuelve esta empresa exportadora, cuyo principal destino es Turquía, en este panorama? Una situación en la que los productos de ultramar son cada vez más caros para los ciudadanos turcos.
Tipo de cambio fijo vs. fluctuante
"Que la lira turca pierda valor no es nada nuevo para nosotros. Esta moneda lleva fluctuando desde 2013", comienza Muhammet. "Desde 2002 hasta mayo de 2013, el tipo de cambio fue prácticamente fijo. Entonces estaba entre 2,1 y 2,5 liras por euro. Ahora se sitúa en 15, pero hace poco llegó a caer hasta 22. Sin embargo, fue un acontecimiento muy inusual que el tipo de cambio se desplomara tanto en tan poco tiempo".
"Esta devaluación encarece nuestros productos y dificulta nuestras exportaciones a Turquía. Porque los productos siguen costando lo mismo en Países Bajos en euros. Y el transporte por carretera de los Países Bajos a Turquía se paga en euros, con todos los fletes marítimos en dólares, que se convierten a liras turcas. Por lo tanto, el precio de nuestros exóticos se ha disparado. Si el tipo de cambio empieza a jugar en nuestra contra, nos tocará parar unos días o, a veces, semanas".

Artículos de gran consumo frente a exóticos especiales
"Sin embargo, cuando el presidente Erdogan anunció estas nuevas medidas a finales de diciembre, y el tipo de cambio se recuperó hasta las 12 liras, nuestros clientes no empezaron a aumentar inmediatamente sus pedidos. Cuando el tipo de cambio fluctúa, hacia arriba o hacia abajo, hacemos menos operaciones. Nunca se detienen del todo, pero se venden menos artículos de gran consumo como la piña, las uvas, los mangos, los aguacates, las limas, los pomelos y el jengibre", dice Muhammet.
"Los productos exóticos especiales, como la pitahaya, la carambola y el maracuyá, y también las berries y los espárragos, se siguen enviando más o menos en los mismos volúmenes. De todos modos, estos productos son más caros y suelen ser comprados por consumidores adinerados. A menudo son incluso personas con ingresos en dólares (personas que viven en Turquía pero ganan en dólares) que pueden permitirse esos productos. Para ellos, el tipo de cambio no importa tanto".
El cultivo local se beneficia
Cuando los precios del comercio exterior aumentan, la producción nacional se beneficia y la gente vuelve a comprar productos locales. Y el consumo de fruta no cultivada en el país cae en picado. "Los turcos no comen piña actualmente. Pero producen aguacates localmente; empezaron hace cinco años. En el sur de Turquía, las condiciones son bastante buenas para los aguacates, y hay bastantes parcelas allí. Todavía no tienen limas", continúa Muhammet.
"Pero ya hay batatas y también maracuyá, pitahaya y algunos mangos. Han empezado a producirlos hace muy poco en invernaderos. Sin embargo, este producto aún no puede competir con las importaciones, y los volúmenes de la mayoría de los productos suelen ser bastante limitados. Sea como fuere, la situación beneficia a los productores de exóticos turcos. Por ejemplo, una caja de pitahayas que cuesta unos 20 euros en los Países Bajos, puede subir de precio hasta los 40 euros cuando llega a Turquía".
"Eso es después de añadir el 50% de los aranceles de importación, los costes de transporte y el beneficio. Cuando el tipo de cambio era de 6,5, se convertía en 260 liras. Ese precio ha subido recientemente a un máximo de 860 liras. Por lo tanto, en lugar de 200 liras, esos productores turcos pueden pedir fácilmente entre 600 y 700 liras", explica Cakir. Los productores turcos se benefician, pero, por supuesto, no ganan tres veces más que antes: el aumento de los precios de los productos básicos de importación debido a la depreciación de la lira y la hiperinflación eliminan parte de su beneficio nominal.
Todo irá bien
Si la lira sigue depreciándose, puede suponer un problema para Verita Holland, según Muhammet. Sin embargo, la moneda se ha depreciado frente a otras en numerosas ocasiones en los últimos 40 años, y la economía consigue recuperarse cada vez. "En los años 90, creo que la lira se desplomó 12 veces, en ocasiones cayendo a la mitad de la noche a la mañana. La gente que tenía deudas pendientes en marcos o dólares se arruinó en un día. Y algunos comerciantes, cuyos clientes les pagaban en liras, pero que tenían que pagar a su proveedor en marcos, simplemente quebraron, por supuesto".
"Si la situación actual se prolonga, las empresas exportadoras tendrán un problema. Pero dudo que llegue a tanto. La economía turca ha ido bien en la última década. La lira sí ha perdido valor desde 2015, pero de forma gradual. Solo cayó repentinamente en diciembre del año pasado. Pero después de que se anunciaran medidas para restablecer la calma, volvió a ganar terreno rápidamente. Cuando el tipo de cambio alcance un punto de estabilidad, las cosas irán bien. El mercado acabará acostumbrándose al nuevo valor. Y, además, el salario mínimo, por ejemplo, ha subido recientemente bastante para recuperar el poder adquisitivo", continúa Muhammet.

Garantías
A finales de diciembre, el Gobierno turco garantizó que la devaluación de la moneda no afectaría a los ahorros de los ciudadanos en liras en los bancos. Y que, por tanto, no era necesario cambiar ese dinero por dólares o euros. Además, los beneficios obtenidos al prestar los ahorros en liras están ahora exentos de impuestos. "Fue una buena medida. Ese anuncio se hizo un martes por la noche, después de que los bancos cerraran. Cuando los bancos volvieron a abrir a la mañana siguiente, el tipo de cambio pasó de 21,8 a 12,5 en pocas horas".
Bajar los tipos de interés
Otra medida en la que Erdogan está insistiendo es la de bajar el tipo de interés. "Muchos medios de comunicación alegan que el Corán es la razón de esta política fiscal, pues prohíbe los intereses. Erdogan dijo que estaba presionando para bajar los tipos de interés principalmente para permitir que la economía pasara de ser de consumo a ser de producción. Cuando un periodista le preguntó si quería pasar a los tipos de interés cero, como prescribe el Corán, respondió que, efectivamente, es un musulmán acérrimo, pero que prohibir totalmente los intereses no es factible en el mundo actual", expresa Muhammet.
Exportaciones con valor añadido
Turquía lleva desde 2012 intentando posicionarse como un país más productivo. Quiere ser visto como un proveedor de exportaciones de bienes con alto valor añadido. "Turquía tiene fábricas de coches, por ejemplo, pero todas las piezas vienen del extranjero, y los coches se montan en Turquía. Entonces, ¿cuál es el valor añadido? Ahora Turquía quiere construir sus propios coches, aviones y barcos. También está trabajando mucho en paneles solares y baterías de litio para coches eléctricos. Pero para obtener préstamos e inversiones más favorables, esas fábricas necesitan tipos de interés más bajos".
Tensiones geopolíticas
Muhammet espera que las tensiones geopolíticas no se intensifiquen, ya que eso podría dificultar la ruta hacia un tipo de cambio estable y el crecimiento económico. Hay tensiones (pero también acuerdos) con la UE por el problema de los refugiados sirios y de otros países que intentan llegar a la Unión Europea a través de Turquía. Turquía está en disputa con Grecia por la extracción de gas, y el país está en desacuerdo con Estados Unidos, que está proporcionando armas a los kurdos para detener el avance del ISIS en Siria. "El problema es que esas armas acabarán llegando también al PKK en Turquía".
"Esa organización las utilizará contra el ejército turco. Si se pueden contener esas tensiones, el tipo de cambio podría estabilizarse en torno a las 16 liras/euro. Entonces la economía turca podría volver a las tasas de crecimiento de los últimos años". Según las cifras del FMI, el crecimiento del PIB real de Turquía fue del 6,9% de media entre 2011- 2015; y del 3,5% en 2016-2020. En ese mismo periodo, la inflación pasó de una media del 7,9% al 12,5%. En 2021, volvió a subir, hasta el 17%. La estabilidad de los precios es, por tanto, necesaria para lograr el crecimiento económico.
Crecimiento del sector hortofrutícola en los países vecinos
Turquía cuenta con un sólido sector hortofrutícola. Y, al igual que Egipto, Marruecos, Irán, los países del Cáucaso y las exrepúblicas soviéticas, también considera a Rusia como mercado de exportación. Y en 2019, con un valor de 1.106 millones de dólares, Turquía fue el mayor proveedor de frutas y hortalizas de Rusia según las cifras de la World Integrated Trade Solution (WITS), el software comercial del Banco Mundial.

"No creo que Turquía tenga que temer aún demasiada competencia de los vecinos de Rusia. El tiempo en Turquía es una ventaja. La mayoría de sus países vecinos no pueden producir tantas frutas y hortalizas con la facilidad que tiene Turquía desde hace muchos años. Quizá puedan ofrecer castañas, pero no en invierno, porque los costes de calefacción serían demasiado elevados", afirma Cakir.
"En Turquía, los agricultores pueden producir tomates en verano y en invierno. Y aunque Irán quiere convertirse en el mayor productor de manzanas del mundo, se enfrenta a los embargos de Occidente. Además, algunos bancos iraníes están excluidos del sistema internacional de pagos SWIFT. Sin embargo, Azerbaiyán tiene un pie en la puerta rusa. Casi el 90% de los comerciantes de fruta en Rusia son azeríes".
La fuerte presencia y el avance de este pequeño país en el mercado ruso de frutas y hortalizas se sustenta en las cifras de exportación de los cinco años anteriores a la pandemia. Según las cifras de WITS, las exportaciones de Azerbaiyán a Rusia en el último año sin COVID-19 ascendieron a 519 millones de dólares, un 217% más que en 2015. Irán tuvo una tasa de crecimiento similar durante ese periodo (+204%). Esas exportaciones ascendieron a 395 millones de dólares en 2019.
India (379 millones de dólares), Egipto (371 millones de dólares), Marruecos (298 millones de dólares), Serbia (284 millones de dólares), Israel (234 millones de dólares) y Kazajistán (165 millones de dólares) son exportadores estables. Algunos de los países vecinos de Rusia están consiguiendo una cuota de mercado cada vez mayor: Moldavia (210 millones de dólares; +201%), Uzbekistán (186 millones; +429%) y Armenia (64 millones; +207%).
"Sin embargo, Turquía está creciendo enormemente como país exportador a lugares como India, Malasia y otros mercados asiáticos. Esa podría ser una salida para Turquía si la competencia se vuelve demasiado feroz en el mercado ruso", concluye Muhammet.
Para más información: