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El robo de fruta en Sudáfrica está fuera de control

Robar fruta puede parecer una travesura. Sin embargo, se ha convertido en una gran amenaza para un sector valorado en miles de millones.

“Recuerdo aquellas noches en las que me escabullía de la escuela y me dirigía a las plantaciones de Oom Hendrik. Pero nunca le hice daño a Oom Hendrik o a los otros agricultores de entonces". En una función escolar, incluso consideró a los melocotones un regalo de los ángeles. "Eran días felices, amigo mío, pensé que nunca terminarían. Pero se terminaron".

"Creo que el robo de fruta es tan antiguo como la fruticultura", comienza diciendo Nic Dicey, presidente de Hortgro y fruticultor en La Plaisante, a las afueras de Wolseley. "Pero hoy en día, el robo de fruta está fuera de control. Cuando sales y recorres los cinco kilómetros que te separan del pueblo, prácticamente todas las personas que hay en el arcén llevan una mochila llena de melocotones. Robados a mí y a mis vecinos a plena luz del día".

"Las pérdidas y los daños debidos al robo de fruta son enormes, pero casi imposibles de cuantificar. Sin embargo, según Louis Wessels, director de Servicios Jurídicos y Administración de Agri Western Cape, los productores estimaron las pérdidas entre 40.000 y 600.000 rands en la última temporada. El problema es que, para saber realmente cuáles son los daños, hay que saber cuántos ladrones hay. ¿Pero cómo? No se van a presentar a un censo. Son delincuentes", expresa Wessels.

"Lo que lo hace aún más difícil es que los ladrones de fruta pueden ser solitarios que roban una bolsa cada uno, hasta las bandas que vienen con camionetas, saquean las plantaciones, dañan los árboles y desaparecen con una tonelada de tu mejor fruta", continúa.

¿Cómo se detiene el asalto? Un método obvio es cercar las plantaciones con vallas eléctricas de última generación y utilizar drones para vigilar durante las horas de luz. Pero estamos hablando de una inversión seria, dinero que se suma a los costes de producción de la fruta, encareciéndola y, de paso, haciendo más atractiva la oferta del ladrón.

"Todavía no tenemos vallas eléctricas, pero sí vallas con cuchillas en el lado del río Berg, nuestro punto débil. No los detienen, pero los frenan. Tiran telas por encima de las vallas o incluso cavan por debajo", explica Elton Jefthas, socio de De Fynne, junto a Paarl.

 

Para más información: hortgro.co.za

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