La reciente intentona golpista liderada por el excomandante general del Ejército, el general Juan José Zúñiga, ha sacudido la estabilidad política de Bolivia, evocando tiempos de inestabilidad institucional en el país. El levantamiento, con imágenes tan inusuales como el embiste de una tanqueta contra la puerta del Palacio Quemado en La Paz, culminó con la rendición de Zúñiga tras unas pocas horas. Antes de su detención, Zúñiga dio su versión de los hechos: que el presidente le había pedido "levantar su popularidad", un comentario que no ha pasado inadvertido.
La clase política y organismos internacionales como las Naciones Unidas y la OEA condenaron rápidamente el intento de golpe, mientras el presidente Luis Arce denunciaba un ataque contra la democracia del país. La rápida respuesta del gobierno, que ha renovado la cúpula castrense con el general José Wilson Sánchez al frente, parece haber sofocado la crisis. Sánchez instó a los sublevados a volver a sus unidades y prometió "cumplir con la Constitución" y que "permanezca el Gobierno lealmente constituido".
La situación en Bolivia sigue siendo tensa, con un horizonte político incierto a catorce meses de las elecciones presidenciales. Este incidente no solo deja preguntas sin responder sobre los motivos y consecuencias de la intentona golpista, sino que también pone de relieve la fragilidad de la democracia boliviana y la necesidad de fortalecer sus instituciones republicanas.
Fuente: elperiodico.com