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EE. UU. (OR): Un productor de Driscoll se enfrenta a la escasez de mano de obra

Tras toda una vida como agricultor y empresario desde 1980, Doug Krahmer ha experimentado la dificultad de encontrar suficientes recolectores para cosechar sus más de 200 hectáreas de arándanos y para ayudar con el mantenimiento de las plantas durante todo el año. Krahmer y su hija Annie dirigen una finca de arándanos en Saint Paul, Oregón. Sus arándanos se venden con la marca Driscoll y necesitan hasta 250 recolectores durante la temporada alta de la cosecha.

Hasta un 40 % de los trabajadores que emplean son nuevos en los campos cada año debido a problemas de inmigración. Además de los trabajadores inmigrantes, Krahmer tiene el objetivo de dar trabajo a tantos estadounidenses desempleados y gente joven como pueda. "Solo necesito trabajadores productivos y legales", afirma. "No hacemos discriminaciones. Estamos anunciados en la agencia de empleo de Oregón. Contratamos chicos de secundaria y residentes locales. Si hay estadounidenses que quieran trabajar, tengo mucho trabajo y lo único que tienen que hacer es venir a solicitarlo".

La alta retribución no parece ser un incentivo para el trabajo intenso físicamente intenso y especializado que se requiere en fincas como la de Krahmer. Pese a sus esfuerzos por difundir la oferta de puestos de trabajo en la finca en la comunidad y en todo el estado, acuden muy pocos trabajadores nacionales, y los que lo hacen no siempre se quedan tras una semana.

Los trabajadores inmigrantes están obligados a aceptar el salario mínimo, pero gracias al sistema de seguimiento de trabajo de los Krahmer, los trabajadores pueden ampliar su salario. Annie Krahmer, que se mantiene al día con los trabajadores y sus salarios, explica que todos los trabajadores tienen una tarjeta de identificación que pasan por un lector cada vez que entregan una carga de arándanos para pesar. Los recolectores reciben un justificante de esa carga y la información se envía al programa de seguimiento. Los trabajadores cobran por kilo de bayas recolectadas, lo que normalmente aumenta hasta entre 9 y 12 dólares por hora el salario mínimo.

Krahmer advierte que si el Congreso no actúa pronto, las consecuencias se notarán más allá de los campos. "Cada vez habrá menos producto en los establecimientos", añade. “Importaremos para cubrir la demanda, pero los precios serán mucho más altos".

Fuente: naturalresourcereport.com
Fecha de publicación: