Europa supone casi una cuarta parte del creciente mercado mundial de los pesticidas, cuya vasta mayoría se aplica en el sector agrícola. Esto indica que Europa sigue dependiendo fuertemente de los productos fitosanitarios, pese a la normativa y al conocimiento de los riesgos.
Los tres tipos principales –herbicidas, fungicidas e insecticidas– se emplean para proteger a las plantas de las malas hierbas, de los hongos y de los insectos. Sus tasas de aplicación varían en función de la formación del agricultor y de las características del cultivo. Las uvas, por ejemplo, son un cultivo que necesita altas dosis de fungicidas, y los tulipanes –muy extendidos en Países Bajos– requieren gran cantidad de pesticidas debido a su valor y a la alta incidencia de plagas.
Introducidos en los años 40, los pesticidas sintéticos no han dejado de evolucionar desde entonces. A principios de los 90, las nuevas normativas de la UE desembocaron en la retirada de varios compuestos, algunos de los cuales se sustituyeron por productos más efectivos a menores dosis, lo cual se tradujo en una ligera reducción del volumen de pesticidas empleado en los Estados miembros. En Europa, existen diversos incentivos que alientan la agricultura con bajo empleo de pesticidas. Suecia y Noruega introdujeron planes de impuestos al uso de pesticidas en los 80, seguidos por Francia y Dinamarca a finales de los 2.000, aunque con limitado efecto. Bélgica, Suiza, Países Bajos y Alemania han debatido recientemente medidas similares. Otro rival para el éxito de los pesticidas, la agricultura ecológica, suponía el 5,4 por ciento del total de la superficie agrícola en 2014, un 2,3 por ciento más que en el año anterior.
Para consultar la infografía que muestra los campeones de Europa en uso de pesticidas, acceda a www.technologist.eu.