Las calçotadas han experimentado un auge en los últimos años en el Alto Aragón, extendiéndose a otros puntos de la provincia de Huesca. Y el incremento no solo se ha producido en el consumo; también en la producción local, como constata el propietario del Vivero Huerta Barbereta, Jorge Guiral.
“De cultivar para nosotros y poco más, y realizar una venta al por menor pero no para hacer calçotadas, hemos tenido que plantar unas 3.000 o 4.000 cebollas para que de cada una de ellas salgan unos seis o siete calçots”.
Este año la recolección del calçot se ha retrasado un mes, comenta Jorge, “debido a las continuas heladas, porque ha estado helando unos cuarenta días, y a las pocas precipitaciones”, indica.
“A la variedad que tenemos aquí le llamamos cebolla Babosa. Al igual que la consumimos en calçotadas, también tenemos la costumbre de comerla en crudo”, continúa Guiral. Entre los motivos por los que el calçot tiene tanta demanda es “porque en estos meses no hay ninguna otra cebolla en el mercado. Hasta que no llegan las cebollas de primavera es la única que existe en el mercado”, remarca.
Una ciclo de cultivo de un año entero
El proceso para el cultivo del calçot, como narra el propietario del vivero situado en Huesca, dura más de un año y consta de varios pasos. “Primero tenemos que cultivar el bulbo de la cebolla en los meses de diciembre, enero o febrero. Una vez que se ha hecho el bulbo gordo, que tiene un crecimiento hasta final de junio, recolectamos la cebolla”, dice. Tras esta primera etapa, hay que “tener la cebolla en un sitio aireado, fresco y con luz durante un mes”.
Luego “volvemos a meter la cebolla en la tierra a final de agosto y, durante los meses de octubre, noviembre y diciembre, va creciendo y echando lo que serán los calçots. Y finalmente lo recolectamos ahora, en enero o febrero. El proceso desde que plantamos la cebolla, se hace el bulbo, la volvemos a enterrar y obtenemos los calçots es de un año entero”.
Fuente: diariodelaltoaragon.es