El mercado de frutas frescas en Brasil se halla frente a una paradoja estructural: cuenta con un potencial de consumo enorme, pero está limitado por barreras económicas, logísticas y climáticas. El crecimiento de la demanda no avanza al ritmo de la oferta internacional disponible, y la capacidad de absorción del mercado depende en gran medida del tipo de cambio, los costos internos y la fragmentación del acceso a alimentos frescos.
Según Ricardo Cipriani, gerente comercial de Locuston, este contexto obliga a operadores e importadores a recalibrar sus estrategias casi semana a semana.
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Locuston opera como un consorcio internacional de productores-exportadores, cuya estructura permite suministrar fruta durante los 365 días del año gracias a alianzas estratégicas con productores en distintas regiones del mundo, como Italia (Melinda) y Chile (San Clemente).
Cipriani destaca que, a diferencia de las operaciones tradicionales de trading, Locuston actúa como oficina comercial local de los productores, con equipos propios en Brasil que supervisan la fruta llegada, analizan el mercado y participan activamente en las decisiones comerciales. "El productor está involucrado diariamente en las discusiones sobre a quién vender, cómo vender y a qué precio", afirma.
En cuanto al mercado brasileño, señala que ha habido una transformación en la importación de uva. Si bien en años anteriores existía una demanda significativa de uva chilena y peruana, el desarrollo del polo de producción de Petrolina ha modificado este escenario. Actualmente, dicha región abastece al mercado nacional todo el año, dejando poco espacio para la fruta importada, salvo cuando se presentan factores climáticos adversos o precios muy competitivos en origen.
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Respecto a las manzanas, Cipriani describe una temporada europea desafiante debido a problemas logísticos, "demoras en los embarques, falta de disponibilidad de buques y congestión en puertos. Aunque la calidad de la fruta fue satisfactoria, estos contratiempos impactaron negativamente en la estrategia comercial. En paralelo, la temporada chilena se desarrolla con buenas expectativas, aunque su penetración en el mercado brasileño depende del volumen de producción local, que aún no está del todo claro".
© Locuston Otro producto relevante es el kiwi, cuya temporada en Chile acaba de comenzar. Cipriani observa precios de inicio históricamente altos, influenciados por las expectativas de los productores chilenos y por una menor oferta global, especialmente tras la pandemia y las enfermedades que han afectado a las plantaciones en distintas zonas.
Con respecto a los precios, Cipriano comparte que, en el caso de las manzanas Gala chilenas, varían entre 20 y 23 dólares por caja, dependiendo de la clasificación y la urgencia del operador.
En términos estructurales, el gerente comercial señala dos grandes retos para el sector: la volatilidad del tipo de cambio en Brasil y los problemas logísticos, especialmente los vinculados al transporte terrestre desde Chile, que compite con otras industrias como la del pescado y enfrenta cierres frecuentes en el Paso Los Libertadores durante el invierno.
Por último, reflexiona sobre el consumo interno: "Brasil tiene un enorme potencial de mercado, pero la capacidad adquisitiva de gran parte de la población limita el acceso a frutas frescas. Aun así, hay una tendencia creciente hacia hábitos más saludables, especialmente en zonas urbanas con mayor poder adquisitivo, lo que incentiva la demanda de productos de mejor calidad y mayor diversidad".
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Ricardo Cipriani
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